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FERIA DE VALENCIA

Finito total

JOAQUÍN VIDAL ENVIADO ESPECIALFinito de Córdoba tiene el apodo perfectamente puesto: es finito total. También tiene perfectamente puestas otras cosas; por lo menos, aquellas que son esenciales para el difícil ejercicio del toreo. Finito de Córdoba -que, al parecer, no es de Córdoba, sino catalán- luce un cuerpo espigado realmente finito y un arte finísimo para resolver con técnica primorosa los múltiples problemas que la lidia plantea. Así se le vio y así hizo ayer en la cuarta corrida de la Feria de Valencia, el torero catalán que honra a Córdoba la Sultana enseñoreando su nombre en los carteles y olé.

" ¡Viva Córdoba!", se oía gritar en los tendidos cuando el titular de la causa embarcaba las nobles embestidas con impecable hondura y fino estilo. No hubo sorpresas en las faenas de muleta, pues desde el primer capotazo que dio en su debú valenciano todo lo interpretó con soltura, mando y arte: las verónicas, cargando la suerte y ganando terreno hasta los mismísimos medios, para cerrar allí con media verónica arreba tada de color; las chicuelinas desmayando el percal y cifiendo la embestida; la lidia, ordenada y coherente con la fuerza, la casta y las querencias de los novillos. Y las faenas, justas.

Galache / Valencia, Finito, Mazcuñán

Novillos de Salustiano Galache, discretos de presencia, encastados. Rafael Valencia: estocada delantera caída (vuelta); bajonazo (división y también protestas cuando saluda). Finito de Córdoba: estocada (dos orejas); pinchazo y estocada corta contraria (oreja); salió a hombros por la puerta grande. Jorge Mazcuñán: estocada y dos descabellos (vuelta); estocada corta delantera, rueda de peones y descabello (palmas). Plaza de Valencia, 26 de julio. Cuarto festejo de la Feria de San Jaime.

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Grandeza

Ya es difícil que, en esta época de la neotauromaquia, un diestro -así sea veterano matador- haga las faenas justas. En esta época de pegapases, los diestros dan cantidad donde deberían ofrecer calidad y no saben poner fin a las faenas. Finito de Córdoba, en cambio, sí sabía ponerles fin. Era, exactamente, cuando ya había explayado el discurso de su arte y el novillo, inequívocamente domi nado, se cuadraba pidiéndole la muerte. Tanto por esta técnica como por el arte que desplegó en sus dos faenas, causó asombro entre la afición valenciana el novillero fino total que se hace llamar de Córdoba la Sultana. Los ayudados por alto y por bajo con que las inició el finísimo Finito; sus tandas exquisitas de naturales al segundo novillo, abrochadas con pases de pecho de extraordinaria factura; sus redondos bellísimos al quinto, tras reiterados intentos de atemperar la aspereza del pitón izquierdo; sus trincherillas, cambios de mano, incluso manoletinas y otros adornos, poseyeron el aroma intenso del toreo puro.

Con toreros así, los demás están en desventaja. Les ocurrió a Rafael Valencia y Jorge Mazcuñán, que torearon valentísimos, porfiaron pundonorosamente los muletazos fundamentales, y no acababan de complacer al público. Otras tardes habrían arrebatado sus alardes de valor, algunos cercanos a la temeridad. Como los de Rafael Valencia, que sufrió un revolcón impresionante al iniciar con un pase cambiado de rodillas y de espaldas su segunda faena, y aun repitió el intento. Esta tarde, sin embargo, estaba marcada por la finura total del arte de torear y, después de saborearla a placer, la afición hacía ascos a los sucedáneos. Francamente, se le quedaban atravesados en la garganta.

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