Sofisticación superficial
El espíritu del vanguardismo no madura espontáneamente, ni se improvisa aunque parezca fácil hacerlo, pues el juego de arbitrariedades es, en el verdadero vanguardismo, tan solo aparente y bajo él debe percibirse el rigor e incluso hasta cierta precisión matemática. De lo contrario no funciona.Recuérdense cualquiera de los movimientos innovadores del cine, desde los expresionismos alemanes y los suirrealismos franceses y españoles, hasta los diversos realismos que, con pretensiones de ser siempre el definitivo, han aparecido en la historia del cine: desde el italiano de la posguerra mundial al atropellado y rico movimiento de la nouvelle vague francesa con todas sus posteriores secuelas mundiales de los nuevos cines. No hay generación espontánea en ninguna de estas aventuras del estilo. Surgen con cierta sensación de necesidad, como punta última de un esfuerzo preexistente y un largo tiempo de incubación.
La trampa de Venus
Dirección: Robert van Ackeren. ¡uión: Van Ackereny Catharina Zwerenz. Fotografía: J. Jürges. Música: P. Raben. República Federal de Alemania, 1988. Intérpretes: Myriem toussel, Horst-Ganther Marx, Sonja Kirchberger. Estreno en Madrid: cine Ophaville.
La trampa de Venus es un filme alemán que quiere parecer de ruptura y de vanguardia, de esos que intenta romper con la pereza de la imaginación que actualmente paraliza a buena parte de la inventiva cinematográfica y se dispone a darnos algunas novedades y singularidades, aunque no en demasía. Pero al no estar bien cimentada, tal pretensión resulta excesiva y se convierte en pretenciosidad.
La película, a caballo entre lo realista y lo onírico, se queda en una cosa mal cosida y no bien vertebrada, que no logra fructificar en un verdadero estilo, sino en una cáscara o apariencia de estilo, donde la busca de imágenes y encadenados sorprendentes se riza sobre sí misma en forma de rebusca.
El filme tiene algún interés como intento y sobre todo como síntoma de que los cineastas europeos andan detrás de cosas nuevas que decir y de maneras nuevas de decirlas. Pero detrás de este esfuerzo hay, al menos en este caso, vaciedad. La trampa de Venus alienta en su plenteamiento las ganas de espectador, interesa a retazos, pero finalmente su desarrollo crea frustración. Su loable intento de aventura sentimental sofisticada se queda bastante por debajo del listón que pretende, no hace falta decir que inutílmente, superar.
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