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Mi crimen favorito

Participantes en la II Semana de Novela Negra en Gijón relatan el suceso que más les ha impresionado

Andrés Fernández Rubio

Varios escritores de los más de 40 que asistieron hasta hoy a los debates organizados dentro de la II Semana de Novela Negra en Gijón relatan el crimen que por alguna causa más les ha impresionado; no cometidos a partir de posiciones de poder político o legal, sino por individuos y por motivos personales. Desde el asesinato de la banda de Bugs Moran, conocido como la matanza del día de San Valentín, hasta el triste final de la cubana Celia Margarita Mena, algunos de los hechos pueden servir como prueba para juzgar la existencia del mal.

La sarcástica escritora norteamericana Tony Fennelly, creadora del detective Matt Sinclair, dice que sus crímenes favoritos son los que ella misma ha cometido, con los que ha disfrutado inmensamente y de los que ha salido impune. En otro momento recuerda un hecho ocurrido en Bourbon Street, calle de Nueva Orleans, en algunos de cuyos clubes trabajó como camarera en top-less y strip tease. "El dueño de un local mató a balazos, delante de la gente, al dueño de un bar vecino. Yo trabajaba en ese momento para la víctima, y también lo había hecho para el asesino, al que había dejado tiempo atrás por sus malas pulgas y peores modales. Como era muy rico, jamás fue a prisión. Tienes derecho a un crimen si eres muy rico en Nueva Orleans".En la edad joven del escritor cubano Ignacio Cárdenas, de 60 años, autor de Enigma para un domingo, se produjo en aquella isla un crimen que es el que más fuerte impresión le ha causado nunca. "Se trató del caso de una descuartizada", dice. "Todavía recuerdo su nombreCelia Margarita Mena. El cuerpo de esa mujer joven y bella, que no era una prostituta, pero sí llevaba una vida bastante promiscua, apareció en distintos lugares en paquetes. El crímen dejó huella en mí porque dio la casualidad de que yo pasaba por el lugar en el momento en que una persona hallaba el tronco de Cella Margarita Mena. Fue la primera vez que vi un cuerpo humano seccionado".

Estudios de cirugía

El caso se resolvió con la detención de un amante de la víctima que había seguido estudios preliminares de cirugía. Por la forma en que estaba seccionado el cuerpo se supo que tenía esos conocimientos. "La recomposición del asesinato supuso en aquella época un triunfo de la criminología en mi país", concluye Cárdenas.En opinión del británico James Melville, creador del de tective japonés Tetsuo Otani, en nuestra época, para él y para muchos de sus compatriotas, los llamados moors murders fueron los crímenes del siglo. "Es así porque los adultos", dice, "conjuntamente, torturaron, abusaron se xualmente y asesinaron a un buen número de jóvenes de uno y otro sexo. Brady, el hom bre, se inspiraba en una versión perversa de la filosofía de Nietzsche. Su amante, Myra Hindley, era su voluntariosa cómplice. El horror de sus acciones se mantiene vivo en nuestra imaginación, y para muchos de nosotros fue una prueba de que el mal existe".

Para el español Fernando Martínez Laínez, autor de la novela Se va el caimán, el asesinato del presidente Kennedy constituye un momento alucinante e inexplicable de la historia. "Todos los recursos del Estado norte americano", dice, "se estrellan ante una trama de contradicciones e incoherencias perfectamente urdidas, que superan la ficción más rocambolesca".

Y de un magnicidio de dudoso origen a un suceso imaginario: el que narra el autor de la República Federal de Alemania Jürgen Alberts, quien dice adorar los crímenes alcohólicos. "Me imagino a un tío que es, por un lado, un auténtico gilipollas, y por otro, un agente literario (lo que en mi opinión no es algo tan diferente). Bebe normalmente ¡agua! Le emborracho y finalmente introduzco vodka por su nariz, y muere en una alcohol-catastrophia tremenda".

El norteamericano Stuart Kaminsky, creador del detective Tony Peters, recuerda que en un nevado 14 de febrero, en Chicago, dos hombres vestidos de policías y varios más entraron en un garaje de la calle de Clark. "Menos de cinco minutos después, todos los de la banda de Bugs Moran, salvo el propio Bugs, estaban tendidos en el suelo del local, acribillados. Una de las víctimas, un asesino llamado Guzenberg, sobrevivió varias horas, pero rehusó nombrar a quienes cometieron la masacre del día de San Valentín.

Moran, el mítico rival de Al Capone, huyó de Chicago, y la leyenda dice que los hombres que habían disparado las ametralladoras traicionaron más tarde a Capone, quien los golpe ó hasta la muerte con un bate de béisbol. Del garaje ya no queda nada. Es sólo un solar abandonado próximo a un edificio de apartamentos. No hay placa, ni monumento, ni señal indicativa en el lugar; pero aquellos que conocemos la localización del tiroteo de la banda de gánsteres más famosa de la historia de América lo recordamos, porque de esa materia están hechos los malos sueños".

Uno de los casos que desconciertan a Francisco G. Ledesma es el de la muchacha de Tarragona asesinada en un sótano de la tienda de sus padres. No se ha logrado dar con el culpable, y está provisionalmente archivado. Al escritor le horroriza, además de una presumible impunidad, el hecho de que no se haya detallado si hubo o no asalto sexual, ni cuál fue realmente el arma del crimen. "Lo que la gente sabe es contradictorio. ¿Era el culpable un apoyo o un familiar? ¿La puerta podía abrirse sólo desde dentro? Hay aún muchas dudas que hubíesen debido impedir el archivo del asunto".

Ilusión

La división entre la perspectiva sobre el mundo del siglo XIX y de la era moderna es lo que representa para el norteamericano J. Madison Davis el caso de Jack el Destripador. "No era el primero en que una serie de crímenes irracionales no resueltos se producía; pero sí simboliza uno de los momentos en que la gente del siglo XIX constató que su mundo se acercaba al fin. El misterio es un fenómeno bastante moderno, que provee a los lectores del confort de la ilusión de un universo racional que se revela falso en crímenes como los de Jack el Destripador".

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