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El Prado no sabe qué hacer con sus fondos

Alfonso Pérez Sanchez: "Necesitarnos duplicar el espacio"

El Museo del Prado dispone, entre los fondos depositados en los almacenes del museo y lo que ya se conoce como el Prado disperso, de 15.000 piezas que lastran su gestión. La falta de espacio es la gran razón esgrimida por su director. Sin embargo, un mayor conocimiento del valor real de estas obras y la utilización adecuada del espacio disponible facilitarían, en opinión de los expertos, la exhibición de las obras que realmente son importantes.

Los cuadros, dibujos y esculturas del Prado disperso se hallan en embajadas, museos provinciales, despachos y pasillos de ministerios, capitanías generales, universidades, ayuntamientos y organismos estatales en el extranjero. La categoría de estas localizaciones, que hace referencia directa a la seguridad en la que descansan las piezas, se puede entender entre estos dos extremos: palacio de Pedralbes, en Barcelona, o el Ayuntamiento de Porriño, en Vigo.Entre las desapariciones habidas por causas desconocidas o incendios -como el de la Embajada española en Lisboa- no parecen encontrarse obras maestras, si bien obras que estaban atribuidas a la escuela de Murillo o más genéricamente a la escuela italiana puede indicar un conocimiento no demasiado exacto de su valor real.

La dirección del Prado se encuentra sin medios para hacer frente a su propia riqueza artística, más en unos momentos en que se está produciendo un nuevo fenómeno: los museos provinciales piden devolver la obra que poseen en depósito porque entienden que ésta no se adecua a su orientación. Esto ha sucedido recientemente con el depósito de pintura flamenca que el Museo de Bellas Artes de Sevilla pidió en 1969. O bien, como es el caso del Museo Provincial de Burgos, los depósitos que solicita han de ser adecuados a la historia de la provincia.

Almacenes

Los fondos que el propio museo posee en sus almacenes, localizados en los sótanos del edificio, son una de las preocupaciones constantes de su director, Alfonso Pérez Sánchez, que se remite -como problema central de su gestión- a la falta de espacio: "El Museo necesita, al menos, duplicar sus espacios". Necesidad que no se acompaña de un plan concreto que la resuelva. "No es posible por ahora fijar unos plazos para obtener una solución definitiva".

Entre los fondos importantes no expuestos figura pintura italiana y francesa del siglo XVII, española del XVI y XVII, y obras flamencas, incluidas alguna de Rubens y su escuela. Los almacenes, dos de ellos remozados al tiempo que las nuevas salas, son insuficientes para albergar tantas obras, encontrándose algunas de ellas -tablas y retablos primitivos- apoyadas en la pared de sus pasillos, sin la protección adecuada.

El palacio de Villahermosa en el que ahora se muestran fondos de pintura española, francesa, Italiana e inglesa del siglo XVIII, ha sido hasta su adjudicación como sede de la colección Thyssen la esperanza de expansión del Prado.

Villahermosa fue, después de hundimiento de la Banca López Quesada, logrado por Diego Angulo para el Prado a través de gestiones directas con Alfonso Guerra. En el entreacto fue deseado por la Moncloa como posible segunda sede gubernamental y finalmente, cuando se produjo la sorprendente decisión del barón Thyssen, adjudicado a su colección.

La decisión de que las oficinas, biblioteca y despachos de conservadores ocupen la tercera planta del edificio parece revisable y añadiría espacio útil para la exhibición de obra. La existencia de un salón de actos y teatro de sorprendentes dimensiones y de un restaurante de lujo que permanece cerrado -al demostrar un estudio a posteriori su no rentabilidad-, también.

En opinión de los expertos que el Prado tiene a su servicio, la disposición de las obras, más propia de una galeria que de un museo, sería en algunos casos revisable, de tal manera que en una misma sala hubiera más cuadros en distintas alturas, tal como suc ede en todos los grandes museos del mundo. La alternativa a Villahermosa ya acordada por el Ministerio de Cultura es la transformación del actual Museo del Ejército en segunda sede del Prado. Este edificio, del siglo XVII, necesita una restauración de grandes proporciones.

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