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Campaña de imagen del KGB

Los soviéticos contemplan con reticencia el nuevo rostro de la policía política

Pilar Bonet

La campaña del Comité Estatal de Seguridad (KGB) para mejorar su imagen provoca reticencias en medios intelectuales de talante liberal, que recuerdan con escalofríos cómo, hace pocos años, los órganos (el nombre popular de la entidad) registraban sus domicilios, confiscaban sus libros, les interrogaban, les perseguían, les vetaban en el trabajo o les impedían ir al extranjero. Hace unas semanas, el historiador Roy Medvedev, hoy jefe de la comisión parlamentaria que investiga la actuación de los fiscales Gdlian e Ivanov, tuvo la sorpresa de recibir, intacto, el archivo que le confiscara el KGB en el pasado.

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En época de Konstantín Chernenko, en 1984, un agente impedía el acceso de los corresponsales al domicilio de Medvedev. Con Gorbachov, el representante de los órganos desapareció. Con Gorbachov también, la vigilancia del KGB sobre los extranjeros se ha hecho más discreta. Los agentes de cazadora de cuero que amedrentaban con interrogatorios y amenazas a los amigos soviéticos de los corresponsales no se dejan ver. Sin embargo, la vigilancia de los contactos entre los extranjeros y los soviéticos continúa. Tres personas que no se conocen entre sí nos han contado en los últimos meses cómo han sido abordados, de modo informal y sin citación previa, por agentes del KGB deseosos de establecer contactos regulares. En uno de los casos, los agentes recababan información sobre un extranjero. En todos ellos, se quejaban de la incomprensión de la sociedad y aseguraban que en el KGB también hay perestroika.La imagen del KGB en medios liberales es tan tenebrosa que no basta una tímida campaña de prensa para borrarla. El escritor y diputado Yuri Kariakin ha propuesto grabar todos los nombres de los represaliados durante el estalinismo en la sede del KGB, en el centro de Moscú. Sin embargo, hoy por hoy, el edificio, más conocido por La Lubianka, no tiene ni una placa que lo identifique, si se exceptúa la dedicada a Yuri Andropov, antiguo jefe de la entidad.

VIadimir Kriuchkov, que fue la mano derecha de Andropov y dirigió los servicios de espionaje durante 14 años, reconoce que ha habido poca publicidad sobre transgresiones de la ley por parte de agentes del KGB. "Pero ello se debe a que en el KGB no ha habido muchas transgresiones de la ley en los últimos años", señalaba Kriuchkov, una cara cada vez más familiar en los pasillos del Kremlin.

En 1988, el KGB inició un espacio titulado 'La KGB informa y comenta' en la revista Argumenti i Fakti, el semanario de más tirada de la URSS (más de 20 millones de ejemplares). Sin embargo, los órganos acuden sólo de cuando en cuando a su cita con los lectores. Últimamente informaban sobre los 12 chekistas -así se sigue llamando a los miembros del KGB- que son también diputados. La mayoría son jefes del KGB de las repúblicas, incluido G. Gumbaridze, elegido primer secretario de Georgia.

El KGB es controlado por el partido desde el Politburó y la Sección Estatal y Jurídica, que está bajo la égida de la comisión jurídica presidida por Victor Chebrikov, ex jefe del KGB.

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Según Chebrikov, "grupúsculos de carácter antisocialista" que proponen "el pluralismo político y el pluripartidismo" tratan de "escindir el partido" y de enfrentarlo a la clase obrera y la inteligentsia. Chebrikov es partidario de oponer no sólo argumentos de la razón, sino la fuerza de la ley "ante los demagogos y agitadores que por cualquier medio intentan desacreditar al partido, la idea de la perestroika y cometen actos de extremismo". Chebrikov lamentó en una reciente intervención la participación de comunistas en estas tendencias y criticó los ataques al aparato del partido.

Los límites entre delincuencia común y oposición al sistema no están trazados hoy de forma clara en la URSS. El "proceso de politización de la criminalidad" fue una de las observaciones realizadas el 28 de mayo en la comisión que preside Chebrikov, según la revista Noticias del Comité Central del PCUS. La comisión observó también que "el mundo delictivo se aprovecha de la situación de libertinaje, y la disciplina social es violada a menudo por elementos extremistas encubiertos bajo el lema de democratización de la vida social".

Sobre este telón de fondo, la exhortación de Rizhkov al KGB para que se incorpore más activamente a la lucha contra el "crimen organizado" tiene, por decir lo menos, cierta ambigüedad.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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