El descenso del 46% en la fecundidad pone en peligro la regeneración de los españoles
A España le están saliendo arrugas en el último tramo del milenio. La mortalidad infantil se ha reducido desde principios de este siglo en un 48%, y la esperanza de vida del español ha pasado de 50 años en 1940 a 75,62 años en la actualidad. En los últimos 12 años, el descenso de la fecundidad ha sido del orden del 46%. El índice actual se sitúa en torno a 1,5 hijos por mujer. Este nivel de reproducción no garantiza, por tanto, el relevo generacional, situado por los expertos en 2,1 hijos por mujer. Ante estas cifras, los demógrafos vaticinan que en el año 2025 el envejecimiento de la población española será un grave problema.
Estos datos están reflejados en un informe del Instituto de Demografía sobre La situación demográfica en España en el último cuarto del siglo XX, preparado con motivo de la presentación hoy en público e inauguración oficial de este organismo, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Se han utilizado para hacer estas estimaciones datos del Instituto Nacional de Estadística y otros de elaboración propia, y serán sometidos a debate en un encuentro internacional sobre cambios demográficos que se celebra en Madrid hoy y mañana.La primera interpretación que hacen los demógrafos de estos datos es que España comparte con los demás países de su entorno europeo los mismos rasgos; es decir, baja mortalidad, baja fecundidad y un progresivo envejecimiento como consecuencia de la prolongación de la vida media de las personas. Todos los expertos están de acuerdo en que es beneficiosa la reducción de la mortalidad, pero existe una clara controversia sobre los efectos que puede tener sobre la población, la actividad económica y la organización social una prolongada reducción de la natalidad.
Población y desarrollismo
España avanza hacia el final del siglo con una tasa de crecimiento de la población de entre el 0,7% y el 1%. El período de mayor fecundidad de toda la historia fue el comprendido entre los años 1960-1975, en el que se registró un aumento del 1,2%. Era la etapa del desarrollismo, del despegue económico, de la tímida apertura hacia el mundo exterior. Aquella explosión de nacimientos produjo más tarde, entre otras cosas, una invasión de niños en colegios y el reciente desembarco masivo de jóvenes en las universidades. La tasa de crecimiento se desaceleró entre 1975-1981, pasando a 0,88%, y en el quinquenio 1981-1986 bajó hasta el 0,42%, tasa similar a la registrada durante e siglo XVIII.
A principios de este siglo, la esperanza de vida del español era de 34,76 años; en la actualidad, es de 75,62 años para el con junto de la población, el 72,72 para los varones y el 78,61 para las mujeres. La mortalidad ha experimentado una sistemática y aguda caída en este siglo, sobre todo la infantil, que ha llegado a descender hasta un 48%.
La tasa bruta de natalidad ha registrado un descenso importante. Entre 1975-1984, el descenso de la fecundidad ha sido del 38%, lo que supone una reducción de más de un hijo por mujer en nueve años, y se han registrado valores inferiores a 2,1 hijos por mujer, cifra que con el nivel presente de mortalidad se estima como la necesaria para la reposición o relevo de las generaciones. Según las últimas estadísticas que se tienen, en 1987 el índice de fecundidad se situó en torno al 1,5 hijos por mujer, lo que significa una caída de la fecundidad del 46% en 12 años.
Señalan los expertos que durante muchos siglos la población humana se ha regido de forma preponderante por leyes naturales, como cualquier otra especie animal. En este contexto, la población crecía de forma moderada porque la fuerte natalidad se compensaba con una elevada mortalidad. En los países desarrollados, después de un largo proceso histórico que se conoce como transición demográfica, en el que la humanidad le gana progresivamente terreno a la muerte y aparece el control cada vez más perfecto de la fecundidad, se ha llegado a un nuevo equilibrio: un bajísimo crecimiento de la población a causa de la reducida mortalidad y de la baja natalidad. A estas alturas de final del siglo, las causas naturales influyen menos que las reglas sociales en los índices reproducción-mortalidad de población.
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