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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enigmas chinos

LA IMAGEN de un joven deteniendo una caravana de carros de combate en la plaza de Tiananmen trae a la memoria la angustia de los ciudadanos húngaros intentando retener a los tanquistas soviéticos en 1956 en las calles de Budapest. En ambas ocasiones era demasiado tarde y la suerte estaba echada, pero hoy en China, además, el Ejército represor está al borde de la guerra civil.Miles de muertos y heridos, disparos indiscriminados contra la multitud, jóvenes estudiantes aplastados por los carros de combate: incluso hasta hace unas horas, como si no fuera bastante, llegaban refuerzos militares a la plaza de Tiananmen, exagerando el peligro que venían a combatir, al mismo tiempo que anhelaban la revancha por las humillaciones sufridas de manos de simples civiles. Pero lejos de consagrar una revancha, la violencia se ha trasladado al seno del Ejército. Deserciones, enfrentamientos, abandono de material militar, retumbar de cañones: una guerra civil larvada. La protesta ciudadana, paralelamente, se ha extendido a las grandes ciudades.¿Qué está pasando realmente en China? ¿Dónde está Deng Xiaoping, al que no se ve desde hace tres semanas? El viejo líder es responsable, junto al jefe del Estado, Yang Shangkung, y al primer ministro, Li Peng, de la actual carnicería. La opacidad característica de todo régimen autoritario ha impedido conocer los efectos de la rebelión estudiantil en el seno de la dirección del partido comunista. Desde hace semanas, dos datos se imponen por encima de cualquier misterio: lo que los estudiantes demandaban, con el apoyo de sectores cada vez más amplios de la poblacion, no era otra cosa que democracia, sin adjetivos, y que el desenlace de la situación creada por la revuelta dependía de la actitud del E ército, controlado por los sectores mas conservadores del partido, una nomenklatura corrupta y aterrada ante los cambios políticos efectivos. Ambas realidades dificultaban la salida del conflicto. A medida que el movimiento ganaba apoyos se hacía más evidente la incapacidad de los reformistas del partido para controlarlo, y ello fortalecía las posiciones conservadoras. Para completar la confusión, el poder muestra su incapacidad para controlar las fuerzas armadas.

Estas contradicciones ilustran el fracaso del sistema, cuya rigidez le hace incapaz de responder a las aspiraciones emanadas desde su propio aperturismo, impuesto a su vez por razones económicas insoslayables. El frenazo a la apertura económica y social hasta límites compatibles con el mantenimiento de las estructuras políticas vino a demostrar la endeblez de la reforma. Deng Xiaoping ha sido rápidamente superado por los acontecimientos. Sin un puesto concreto en la jerarquía del Estado, su liderazgo de hecho constituye un monumento al arbitrismo y demuestra que ni siquiera el poderoso partido comunista, única estructura nacional sólidamente asentada, está ya en condiciones de garantizar la vertebración de la sociedad china. Una sociedad que cuenta con una población cuatro veces superior a la de la Comunidad Europea es imposible de gobernar sin un mínimo de consenso social. Por ello, la vía de la represión ni siquiera sirve para garantizar la estabilidad.

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