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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El infome del gobernador

EL INFORME del gobernador del Banco de España al consejo de esta institución tradicionalmente suele presentar un gran interés, no sólo porque refleja los puntos de vista del instituto emisor sobre la marcha de la economía, sino también porque contiene observaciones generales sobre el sistema financiero que está encargado de custodiar. En el discurso de este año, el gobernador, Mariano Rubio, ha advertido sobre los peligros que amenazan la economía española como consecuencia del desequilibrio exterior y de las tensiones inflacionistas. El banco atribuye un papel fundamental en la acentuación de estos desequílibrios a la presión de la demanda y a los costes salariales, relegando a un segundo plano el resto de los factores explicativos. Es cierto que el deterioro del sector exterior se debe fundamentalmente a la fuerte presión de la demanda interior, que está creciendo bastante por encima de las posibilidades del aparato productivo español para satisfacerla, pero no es menos cierto que el auge de las importaciones y el débil progreso de las exportaciones se deben en parte a la sobrevaloración de la peseta, a su vez consecuencia de la política monetaria instramentada a lo largo de los últimos meses. El propio ministro de Economía reconocía explícitamente hace unos días la sobrevaloración de nuestra moneda. Que el Banco de España ha intentado frenar esta apreciación es algo que no puede negarse a la vista del fuerte aumento de las reservas de divisas, pero no sería justo olvidar el papel desempeñado por la política monetaria en el proceso.El informe señala que hubiera sido preferible diseñar -en el otoño del pasado año- una política presupuestaria más restrictiva con objeto de evitar las consecuencias de la utilización casi exclusiva de la política monetaria. Pero a continuación disculpa la acción del Gobierno por la fuerte presión reivíndicativa de la época, con lo cual parece que nadie es responsable de los desequilibrios actuales. Cabe, sin embargo, preguntarse si no habría sido posible intentar con algo más de convencimiento una política de concertación social, que tal vez habría evitado algunas de las consecuencias indeseables de los instrumentos utilizados para reducir los desequilibrios de la economía. El ínforme no discute esta posibilidad, pero advierte sobre las consecuencias de intentar "alterar bruscamente la participación de la remuneración de los asalariados en el producto, por medio de alzas desmedidas de los salarios nominales". Es cierto que alteraciones de este género producen inevitablemente un aumento de la inflación y el desempleo, pero si miramos, como el informe preconiza, lo sucedido en los últimos años, vemos también episodios de signo contrario, como el de 1984-1985. Puede argumentarse que el aumento del excedente empresarial fue uno de los elementos que han estado en la base de la ulterior creación de empleo en nuestro país, pero también puede pensarse que una parte de ese aumento se ha disipado en movimientos especulativos estériles y en un incremento del llamado dinero negro. En cualquier caso, se ha perdido una excelente oportunidad para discutir seriamente la distribución de los frutos del crecimiento.

Se trata, en líneas generales, de problemas complejos que deben ser abordados con cautela. Puede pensarse incluso que no es conveniente que el informe anual del Banco de España entre en estas cuestiones, más propias de un informe sobre la distribución de las rentas, por otra parte inexistente desde que hace unos años se tomó la extraña decisión de suprimirlo. Lo que no es aconsejable de ninguna de las maneras es esbozar los problemas desde una sola perspectiva, pues ello sólo puede llevar al desánimo de una parte de la población, que terminará por poner en duda la neutralidad del instituto ' emisor, sin considerar suficientemente que la misión que le ha sido encomendada de velar por la estabilidad de la moneda explica en la mayoría de los casos un sesgo restrictivo en sus análisis. Todo lo cual no hace sino poner en evidencia la falta de otros informes institucionales que contemplen la evolución de la economía española y las posibilidades de la política económica desde otras perspectivas, lo cual contribuiría, sin duda, al enriquecímiento del debate. Las advertencias del Banco de España sobre las consecuencias de los desequilibrios actuales son, sin lugar a dudas, pertinentes, pero algunas cuestiones van más allá de los problemas estrictamente técnicos de la regulación coyuntural de la economía, y es en ese terreno donde el informe o dice mucho o no dice lo suficiente.

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