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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Consenso en la OTAN

EL ACUERDO alcanzado en la madrugada del martes sobre el polémico tema de la modernización de los misiles nucleares de corto alcance instalados en Alemania Occidental salvó en última instancia la 'cumbre' con la que los mandatarios de los países miembros han querido marcar solemnemente el 40º aniversario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).El consenso logrado sobre los misiles nucleares tácticos, plasmado en un documento que aborda de forma global la futura política de desarme de la Alianza, da satisfacción a las partes implicadas -fundamentalmente Estados Unidos y la República Federal de Alemania- en lo más significativo de sus posiciones. El Gobierno de Bonn, en efecto, ha conseguido el compromiso del conjunto de la OTAN de negociar la reducción de esos misiles con la URSS y diferir cualquier decisión sobre su eventual modernización hasta 1992, es decir, un año después de las próximas elecciones federales alemanas. Estados Unidos ya estaba de acuerdo en admitir el principio de abrir negociaciones sobre esas armas, pero nunca antes del comienzo de aplicación de un futuro acuerdo sobre reducción de armas convencionales (en las que el Pacto de Varsovia es superior), lo que significaba un plazo de seis o siete años. En el documento aprobado se elimina esa condición, aunque se estipula que la reducción efectiva de los misiles no podrá ir por delante de la reducción de armamento convencional. Nada impide, sin embargo, la simultaneidad de ambas negociaciones.

A cambio de estas concesiones, Estados Unidos ha conseguido que todo proceso de desarme nuclear futuro quede vinculado a la desaparición de la superioridad real de la URSS en armamento convencional y ha salvado el principio -que ha sido durante las últimas décadas la esencia de la doctrina defensiva de la OTAN- de la necesidad de mantener, en cualquier caso, un cierto arsenal nuclear en Europa. Al menos mientras esa superioridad siga existiendo y hasta que los actuales procesos de desarme sean irreversibles.

El cambio en la posición norteamericana había sido avanzado de alguna forma por el ex subsecretario de Defensa y máximo experto en estos temas de la Administración de Reagan, Richard Perle, quien en un artículo publicado estos días sostenía que Bush tiene razón en pedir a los alemanes que aceptasen la necesidad del mantenimiento de armas nucleares en Europa, pero que se equivocaba en insistir en el mantenimiento de los misiles Lance porque se podía obtener el mismo nivel de disuasión con la artillería nuclear y los aviones dotados de armas atómicas. Y así ha ocurrido, en efecto. La negociación sobre reducción de estas últimas armas -en la que también había insistido Bonn- no figura en el documento final.

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Con ser el acuerdo un paso importante para mantener la unidad de la OTAN en un momento en que todas las teorías de defensa en Europa han entrado en período de profunda revisión, quizá el más importante resultado de la cumbre de Bruselas es que ha servido para constatar que la Administración de Bush, tras una etapa de vacilaciones excesivamente larga, se ha incorporado activamente a la lógica del desarme ya iniciada por su predecesor. El presidente norteamericano se presentó en la capital belga con una importante propuesta para que Estados Unidos y la URSS limiten hasta un máximo de 275.000 soldados sus respectivas tropas estacionadas en Europa. Un acuerdo en tal sentido reduciría en un 20% los efectivos estadounidenses y en un 50% los soviéticos.

La propuesta norteamericana sirvió en gran medida para desbloquear el punto muerto al que se había llegado dentro de la Alianza sobre los misiles tácticos y tiene el gran mérito de, por primera vez desde que Gorbachov llegó al poder en 1985, colocar la pelota del desarme sobre las doradas cúpulas del Kremlin.

Junto a los temas técnicos desarrollados en el documento sobre "concepto global del desarme y control de armamentos", los dirigentes de los países de la OTAN aprobaron una extensa declaración política que trata fundamentalmente del futuro de las relaciones con la URSS y la Europa del Este. Ambos documentos -los más ambiciosos elaborados por la Alianza en los últimos años- constituyen el primer cuerpo de doctrina para encarar la urgente revisión de conceptos en franco desuso y la definición de un nuevo sistema de relaciones para un continente que empieza a ser muy distinto del surgido en la posguerra.

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