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Tribuna:SUCESOS CIVILES
Tribuna
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La estrategia del calcetín

Hasta ahora el remanente era un concepto doméstico, de no muy elevada calidad por cierto, que se aplicaba al calcetín que las abuelas tenían escondido.en el peor de los armarios o al falso colchón que escondía en forma de calderilla los ahorros de una vida poco dispendiosa. También era esa segunda cuenta corriente con la que se iba fabricando, siempre a nivel de célula familiar, una caja de seguridad para atender los desmanes del dentista, la vejez de los neumáticos del automóvil o el regalo fin de carrera de los chavales. El departamento de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid lo ha elevado, sin embargo, a categoría política o civil. Resulta que ellos también tienen calcetín y falso colchón. Durante el año pasado, el municipio dejó de gastarse el 47% del presupuesto destinado a inversiones, nada menos que 25.036 millones de pesetas.Dicho de otra manera, el Ayuntamiento de Madrid confeccionó para 1988 una cuenta de gastos que después no supo gastarse. Más o menos, la situación sería comparable a la de un Ministerio de Sanidad o de Cultura que hubiera dejado sin empleo el 50% de su presupuesto con la consecuencia de no haberlo invertido, por ignorancia o ineficiencia, en escuelas o en hospitales en un país que los necesita con urgencia. Dado que nadie acusaría a los responsables de esas carteras de desconocer las necesidades de sus departamentos, habría de concluirse que, una de dos: o hicieron mal las cuentas y resulta que no necesitaban tanto como exigían, o las hicieron bien pero después no supieron llevar a cabo su gestión Cualquiera de las dos posibilidades hubiera bastado para echar a la calle a los responsables de semejante despropósito. Y cualquiera de las dos posibilidades supone también que los contribuyentes quedan al arbitrio de los que manejan su dinero. Hay indicios fraudulentos tanto en el hecho de que se exija a los ciudadanos contribuciones innecesarias como en el hecho de que esas contribuciones sean después mal empleadas o simplemente no empleadas. Porque, que se sepa, ese dinero lo hemos 'puesto los demás y ningún concejal se lo ha sacado de su faltriquera.

Queda muy bonito que cuando uno consigue escaquear a Hacienda 200.000 o 300.000 pesetas de su magro salario venga a perseguirle un inspector con cara de policía, mientras otros se ponen a jugar al Monopole con lo que sacan a la impotencia de las gentes. Si un asalariado normal se ve obligado a sentarse delante de un inspector en cuyas gafas de detective se refleja la sombra amenazante de unos barrotes, por la misma razón es preciso que los responsables de este fraude se sienten también a la mesa de la ley. Igual que yo o que otros. Ya está bien de cachondeo.

Nada de dimitir y de irse a pastar a otros prados de poder con la habitual alegría de estas tierras. Lo único que se pide es que midan a los responsables de la indigencia con el mismo rasero con que miden a los demás.

En primer lugar, el dinero que no se ha empleado el año pasado ya no es el mismo que emplearán éste, si las musas les ayudan. Habrá perdido valor y lo que paguen con él valdrá menos que lo que todos tuvimos que hacer para pagarlo el año pasado. A alguien le toca descontar o reponer esa diferencia. En segundo lugar, los que gestionan el dinero público están obligados a dar las prestaciones prometidas en el plazo a que se comprometieron legalmente. No cuando ellos quieran, sino cuando yo pagué. En otro caso, todos podríamos pagar cuando quisiéramos para que ellos invirtieran cuando les viniera bien. No sé por qué yo tengo un plazo para pagar y ellos no tienen plazo para nada. En tercer lugar, si los que manejan mi dinero han demostrado cumplidamente que no saben qué hacer con él, yo estoy en mi derecho de no volver a dárselo, dado que yo sí sé qué hacer con mi dinero. La política actual se funda en un pacto supervisado por la ley. Si la otra parte no cumple lo suyo, yo puedo desligarme, legalmente, de la mía.

Por último, las respuestas que ha ofrecido el titular de Hacienda del Ayuntamiento sirven perfectamente para que, con las mismas, coja la puerta y se vaya. Disculpar lo que no se gastaron el año pasado con lo que ya se han gastado éste es un argumento propio de quien nunca ha visto cara a cara la responsabilidad que su cargo ha contraído con el común de las gentes.

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