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CRISIS EN EL PAÍS DEL CANAL

Todas las miradas, hacia los cuarteles

Antonio Caño

El poder militar queda de nuevo patente en Panamá en toda su crudeza; cualquier cosa que suceda, cualquier salida que se busque a la crisis será decidida en las próximas horas en los cuarteles, adonde se dirigen en este momento todas las miradas del país. Informaciones extraoficiales aseguran que se libra una dura pugna entre sectores duros y moderados dentro de las Fuerzas de Defensa en relación con las distintas alternativas posibles.Según la interpretación de fuentes próximas al Ejército, el general Noriega, comandante en jefe y hombre fuerte del país, ha tratado de contener a los oficiales más radicales, partidarios de que el Ejército acabase con toda ficción de constitucionalidad y se hiciese directamente con el control del país. Al parecer, Noriega, poco proclive a los golpes de efecto, intentó hasta el último momento mantener la legalidad electoral y entregar la presidencia a Carlos Duque.

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Hasta el momento resulta difícil evaluar el equilibrio de poder en el Ejército, pero la total desaparición de Noriega de la vida pública desde hace casi dos semanas ha llevado a toda clase de especulaciones; desde las que afirman que un grupo de oficiales atribuyen al general los errores cometidos durante el proceso electoral, hasta las versiones de que Noriega, asociado con la oficialidad joven, está procediendo a una purga de la vieja guardia, a la que se culpa del fracaso.

Un poder no tan ilimitado

Lo único cierto es que el movimiento en los cuarteles es intenso. El Consejo Estratégico Militar (CEM), integrado por los 19 hombres claves dentro de la cúpula militar, se ha mantenido prácticamente en sesión permanente en las últimas 48 horas. Noriega trata de mantener la unidad en ese organismo para intentar que cualquier solución resulte lo menos dolorosa posible para las Fuerzas de Defensa.Algunas cosas sí están quedando en evidencia. La más importante, que el poder de Noriega en el Ejército no es tan ilimitado como parecía, o tan indiscutido como lo era antes. El general tuvo, por ejemplo, que consultar con sus compañeros antes de dar una respuesta al ex presidente Carter, quien intentó una gestión negociadora.

En su reunión con los diputados del Parlamento Europeo, el general Noriega les prometió que respetaría el resultado de las elecciones, convencido, según la deducción de sus interlocutores, de que tenía serias posibilidades de ganar. La misma impresión recogió la comisión que acompañó a Carter. Cualquiera que sea el responsable de este error de cálculo, lo más probable es que ahora se encuentre en dificultades dentro de la cúpula militar.

Entre los hechos evidentes se puede citar que ha decrecido notablemente la campaña de culto a la personalidad que desde hacía meses se había establecido en favor de Noriega. La Prensa oficial sigue atacando a Estados Unidos y elogiando el nacionalismo de las Fuerzas de Defensa, pero pone menos énfasis en la persona del comandante en jefe.

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