Habitaciones de utilidad dudosa
Francisco Fernández Longoria, el arquitecto que dirige la rehabilitación del edificio, está pensando hacerse socio. Pero tiene prisa y lo deja para otro día. Cuando la rehabilitación esté terminada, en marzo de 1990, se emitirán títulos de socio a un precio que rondará el millón de pesetas.Longoria ha planteado la restauración en dos niveles: fisico y funcional. El fisico consiste en acondicionar el edificio e introducir las medidas de seguridad preceptivas; la cubierta, que se halla en mal estado, será modernizada, y se estudia la mejor utilidad de la gran terraza que da a la calle de Alcalá.
La rehabilitación funcional convertirá el viejo caserón en un moderno centro de reunión enclavado en el Wall street madrileño. Contará con sala de fiestas, gimnasio con jacuzzi, tres restaurantes (uno de ellos, el que vio a La Fornarina, de gran lujo), varias salas polivalentes para conferencias y actos diversos, y un bussines center, con telefax y secretarias. También se abrirá una entrada a la sala de fiestas por la calle de Alcalá.
Según confiesa en voz baja el presidente del Casino -una institución cuyos socios tienen una media de edad de 65 años- al revisar el edificio para la rehabilitación se clausuraron "una serie de habitaciones de utilidad dudosa". Comenta también que allí los socios se cortan el pelo por algo más de 300 pesetas y que tienen servicio de manicura y limpiabotas. "En realidad, los socios que venían aquí no hacían ningún gasto".
"Había que hacer esto atractivo", dice Hidalgo, "porque no tenía las condiciones que exige la sociedad moderna. Por eso vamos a introducir también socios empresariales, aunque se controlará quién entra"."Queremos que ingrese gente joven. Desde hace unos años ya admitimos a mujeres socias. Y a las esposas de los socios, por supuesto. ¿Los maridos de las socias? Pues, mire usted, eso no lo habíamos pensado".
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