La noche más hermosa del Ramadán
Los 200.000 musulmanes españoles formularán sus deseos hoy, último día del mes del ayuno islámico
Cuando el sol se ponga hoy, para muchos de los 200.000 musulmanes residentes en España será la noche más hermosa. Tras 26 días de Ramadán -el mes de ayuno islámico-, los creyentes pasarán la noche rezando y también formularán deseos. Durante esta Noche del Destino -Lailatu-I-Qadr- se afirma que el ángel Gabriel le dictó el primer versículo del Corán a Mahoma en el monte de la Gruta de Hira. Para muchos de los actuales seguidores del profeta en suelo español, la noche se quedará en peticiones modestas. Se conformarán, probablemente, con conseguir superar el listón de la ley de extranjería o poder legalizar su situación laboral.
Ése sería el sueño de muchos musulmanes que como el joven marroquí Ahmed viven en situación de precariedad no sólo durante el ayuno preceptivamente obligatorio de Ramadán, sino durante todo el año. Ahmed reside en una población del cinturón industrial barcelonés, donde espera cada mañana, pacientemente, ser contratado -al igual que muchos de los más de 100.000 musulmanes residentes ilegales en España- por el agricultor de turno. En esa noche hermosa que, de acuerdo con la tradición sagrada, vale más que mil meses, el deseo del joven quedaría colimado con un gesto de buena voluntad burocrática o un simIple contrato de trabajo que le permitiera vivir sin sobresaltos y así poder regular esa jornada de 10 horas diarias en la recoI.ección. La dureza del trabajo, sin embargo, no le impide a Ahmed guardar el ayuno de Rarnadán y rezar, asegura, cinco veces al día.Igual que él actúan 600 millones de los más de 1.000 millones de musulmanes que hay en todo el mundo y unos 160.000 de los 200.000 residentes en España. "No comen, no beben, no mantienen relaciones sexuales, aunque están exentos del ayuno quienes no han llegado a la pubertad, las embarazadas, las mujeres que amamantan a sus hijos, las que tienen la menstruación; los soldados en guerra y los viajeros", explica Mohamed Chakor, secretario de la Asociación de Musulmanes de Madrid, el cual opina que esos 30 días, que pueden variar de estación con el pasar de los años, suponen "el triunfo de la fe y del espíritu sobre los excesos del instinto".
No provocar iras
"Se trata de que la persona se aleje de determinadas actitudes y, no hable mal de los demás, ni mienta; porque el Ramadán no es sólo dejar de comer y beber durante el día, sino un retorno a las enseñanzas del Corán", dice el imam Abu Said, guía espiritual en uno de los nueve oratorios existentes en Barcelona. Allí, en un modesto piso, algunos fieles esperan el consejo del imam. "Quien no pueda ayunar puede sacrificar una parte de su tiempo para la comunidad y recuperar luego los días; esto sucede en casos de trabajos especialmente duros", afirma Said, que no desconoce situaciones arbitrarias y asegura que explotación y racismo son moneda corriente en el trato a sus correligionarios en Europa y también en España.A diferencia del occidente europeo, en los países islámicos se suaviza la actividad laboral para facilitar el cumplimiento del precepto. La productividad desciende durante el mes del Ramadán, a pesar de los ajustes, en un 30%, según afirma Isniael, marroquí que asesora a inmigrantes en el Centro Informativo para Trabajadores Extranjeros del sindicato Comisiones Obreras en Barcelona. Ismael, en un tono más escéptico, asegura que entre los musulmanes jóvenes residentes en España se da en mayor medida el caso de quienes "no cumplen con el Ramadán, pero lo esconden para no levantar las iras de nadie, sobre todo de las personas de más edad". Los inmigrantes de mayor edad abandonan su residencia europea cuando llega el Ramadán y cumpien el precepto viajando a sus países de origen. Eso sólo pueden hacerlo aquellos que cuentan con ingresos fijos, situación que se da más en otros países de la Comunidad Europea que en España. El desplazamiento les brinda un contexto favorable para, cumplir con el Corán. El propio Abu Said reconoce que el contacto con la cultura occidental hace que se pierda la práctica religiosa, aunque opina que actual mente hay un fenómeno de retorno, "motivado por el hecho de sentirse atacados y agredidos, incluso por los medios de comunicación que intentan de formar la imagen del islam".
El 'zakat'
Ismael hace otra lectura de este hecho. "Es lógico que no se guarde el ayuno cuando se trata de trabajos duros y se vive en condiciones de vida precarias porque no nos engañemos: cuando el ayuno concluye, por la noche, la mesa del rico es la del rico y la del pobre sigue siendo la del pobre", concluye Ismael. Y eso a pesar del carácter igualitarista que el islam requiere de sus seguidores."El islam y el Ramadán iguala a ricos y pobres", asegura Chakor, aunque el imam Said opina: "Hay muchos multimillonarios musulmanes que no cumplen con la obligación de dar a los pobres: son unos traidores; ya dijo Mahoma que quien no se preocupa de los asuntos de los musulmanes no es de ellos". El islam obliga a sus seguidores a dar el zakat a los pobres, es decir, el 2,5% de su dinero, al concluir el ayuno del Ramadán. Pero ésta no es una práctica muy habitual, ni en los países donde esta confesión es la del Estado, porque cuenta con la oposición de los económicamente poderosos.
El Corán dice que sus seguidores no deben humillarse más que ante Dios, ya que nacen, viven y mueren libres. A juicio de Abu Said, la creencia religiosa y la política son inseparables y, por ello, los musulmanes, asegura Said, necesitan cerebros para guiarles "contra el imperialismo norteamericano, que nos ha quitado todos los derechos y nos ha colonizado".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.