Un nuevo mundo
EN LA vida cotidiana, muy poca gente se para a pensar que en el interior de los átomos -de los cuales todo, incluidos nosotros mismos, está hecho- residen fuerzas naturales cuyo control abre perspectivas de obtener una fuente de energía inagotable y escasamente contaminante. Pero basta que se abra una vía, aunque sea dudosa, al aprovechamiento de esta energía -contenida, por ejemplo, en el agua del mar- para que un estremecimiento de interés recorra el mundo, y no sólo el científico. Las apuestas son demasiado altas como para desdeñar cualquier indicio de que pueda reproducirse fácilmente el proceso por el que una estrella como el Sol obtiene la energía que es la base de la vida en la Tierra. No hay que pensar mucho para deducir que una fuente barata e inagotable de energía cambiaría drásticaniente el actual equilibrio de poder.A la luz de estas reflexiones se entiende fácilmente la excitación de los científicos y el interés político ante el anuncio de un nuevo y sencillo método para extraer energía de los átomos a través de la fusión de los núcleos. El método se basa en algo que todos los niños aprenden en el colegio, el proceso de electrólisis, por el que una corriente eléctrica produce una descomposición química en la solución a través de la que pasa. Un electroquímico de prestigio, el británico Martin Fleischmann, y un discípulo suyo norteamericano, Stanley Pons, que dirige el Departamento de Química de la universidad de Utah, afirman que al hacer pasar la corriente a través de agua pesada (agua en la que el hidrógeno se reemplaza por su isótopo deuterio) entre un electrodo de platino y otro de paladio, en el paladio se produce una acumulación tal de los átomos de deuterio que sus núcleos llegan a fusionarse, venciendo las fuerzas repulsivas que normalmente impiden este proceso y liberando gran cantidad de energía. Y todo ello a temperatura ambiente, cuando la teoría indica que para conseguir la fusión nuclear hace falta llevar la materia a elevadísimas temperaturas.
La excitación y el interés no han impedido que el escepticismo surja por doquier, porque en este caso la teoría no encaja con la práctica y todo parece demasiado fácil. Incluso entre los que creen que se ha producido un descubrimiento científico muy importante impera en general la prudencia sobre las posibilidades de llevarlo al terreno práctico. Es muy probable que la traducción a aplicaciones concretas encuentre dificultades prácticamente insalvables que imposibiliten, o al menos retrasen varias décadas, la obtención de energía por este método. Pero ello no ha impedido que laboratorios del mundo entero intenten en estos momentos reproducir el fenómeno descubierto e incluso anuncien haberlo mejorado. Mientras, la parafernalia económico-política que rodea inevitablemente los hitos científicos de posible aplicación inmediata ha surgido ya con gran ímpetu, como sucedió hace pocos años con los nuevos materiales superconductores.
Así se explica que los científicos estén llevando a cabo el proceso de discusión y confirmación de los descubrimientos a plena luz del día, con pisotones incluidos, sin esperar el lento mecanismo de la publicación en revistas especializadas que intenta garantizar la credibilidad de los avances científicos. Los gigantescos intereses implicados explican esta política de ciencia por conferencia de prensa, que muestra lo que interesa mientras oculta celosamente los detalles que pueden resultar vitales para la competencia. Las dificultades para reproducir los experimentos se explicanan así por la ocultación de parámetros básicos en aras de futuros intereses comerciales.
Estudiosos de la ciencia han recordado que el trabajo de Fleischmann y Pons no es totalmente nuevo, que se conocía desde hace tiempo la querencia de metales como el paladio por el deuterio y que ya en los años veinte un anuncio parecido se quedó en nada. Los avances en instrumentos de medida y detección desde entonces hacen improbable, no obstante, un patinazo total. Como ha dicho estos días un directivo de la universidad de Utah, el fenómeno descubierto puede ser fusión, puede ser química o puede ser magia, pero mientras sea rentable para obtener energía da igual.
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