El sensacional Zimmerman
No prometía sorpresa el último concierto de la Orquesta Nacional de España (ONE) por parte del director Otinar Suitner, aunque luego su versión de la Sinfonía número 4, 'Romántica', de Bruckner, resultara lo más estimable de cuanto le hemos escuchado en sus actuaciones en Madrid.No es que se tratara de una ejecución perfecta, ni que el maestro de Innsbruck llegara a la pasión, dada su natural -y habitual- indiferencia, pero acaso por eso mismo la gran página bruckneriana, tan ligada en el fondo a Schubert, sonó despojada de la excesiva elocuencia que tantos le añaden. Como si tuviera poca.
Todo quedó más entrañable, más cerca de la naturaleza que de la metafísica, más próximo al lándler que a la catedral. Recibió por esta versión clarificada y natural las más nutridas ovaciones.
Orquesta Nacional de España
Orquesta Nacional de España. Director: Otmar Suitner. Solista: Franz Peter Zimmerman (violinista). Obras de Beethoven y Bruckner. Auditorio Nacional. Dias 14, 15 y 16 de abril.
La sorpresa espectacular estuvo en el solista: el joven violinista alemán Franz Peter Zimmerman, de 24 años y formado, entre otros, con el célebre profesor de Essen Saschko Gavrilov, que ha entrado casi de golpe en el gran cuadro estelar de la interpretativa actual.
Serenidad y lirismo
Franz Peter Zimmerman lo tiene todo: una técnica deslumbrante, un sonido de extraordinaria belleza que se beneficia, además, del espléndido Stradivarius que tañe, una madurez de concepto, increíble a su edad, una serenidad y un impulso lírico fascinantes. La generación de 1960 tiene en este joven, en Franz Peter Zimmerman, como en su homónimo el pianista Krystian, uno de los grandes artistas capaces de asegurar la continuidad y renovación de las mejores tradiciones interpretativas europeas.Así lo demostró Franz Peter Zimmerman en una versión absolutamente magistral del complejo Concierto en re de Beethoven, a pesar de la débil colaboración de Suitner, que hizo de la orquesta más telón de fondo que gran voz dialogante.
El larghetto sonó a cosa muerta hasta que no tomó la palabra el solista, y toda la palpitación del alegro se tornó apoyo desigual frente a la sensacional intervención del violinista. El triunfo inmenso obtenido por Zimmerman le obligó a un bis de Bach en el que renovó todas sus altísimas cualidades.
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