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Media oportunidad

EMILIO MARTINEZ, Las circunstancias apuntaban a una nueva falsa oportunidad. Toros de una divisa dura, diestros poco placeados, muy a su pesar, y, para colmo, el viento que soplaba con inusitada fuerza. Sin embargo, surgió la sorpresa y la mitad de los bureles, sin ser las cáncanas enmalvadas que lidian las figuras, resultaron manejables, con escaso peligro y dieron un juego aceptable. Como, en un alarde de justicia distributiva, le tocó uno a cada torero, éstos gozaron de media oportunidad.

Lástima que a los diestros de cotización modesta hagan tan escasos paseíllos y les falte ese mínimo rodaje para alcanzar el triunfo que posiblemente merecen y tanto necesitan. Aún así, arrebujaron bellas suertes sin continuidad.

Hernández / Cascales, Cancela, El Boni

Cinco toros de Félix Hernández, bien presentados, nobles, de juego desigual; 4-, sobrero del conde de Ruiseñada, manso y peligroso. Manuel Cascales: aviso y silencio, silencio. Luis Cancela: silencio, aviso y silencio. El Boni: ovación y saludos, ovación. Madrid, 15 de abril.

Los subalternos

Corno lo sobrepasaron los subalternos, varios de los cuales destacaron. Se lució El Millonario en la brega con el enmorrillado y altísimo cuarto, un malandrín que quería enviar a todos sus oponentes al averno. Así como Luis Miguel Villa]pando y Orteguita, obligados a saludar tras colocar los rehiletes con brillantez. Y José Calderón y Andres Maroñas, atentísimos en los quites a sus compañeros. Como, contrapartida, la mayoría de los piconeros largaron sus acostumbrados marronazos en pencas, brazuelos y otros sitios innombrables.

Las embraguetadas verónicas al sexto de El Boni, que aprovechó este festejo para tomar la borla, y las lentas y cadenciosas de Cancela al quinto fueron lo mejor que se realizó con el percal. El toricantano intervino con mucha voluntad en varios quites artísticos durante la tarde. La misma voluntad que aplicó con la sarga en ambos enemigos. En el burel del ceremonial pespunteó algún deleitoso pase, aunque no hilvanó faena por el lógico escaso oficio. El último llegó al tercio final sin fuerzas y con embestida corta. A ambos los fulminó con la tizona, que enterró hasta los gavilanes.

La también lógica falta de aplomo propia de los parados taurinos impidió a Cancela diquelar con exactitud a su primer toro, con el que apuntó detalles. El alirado quinto, aún sin peligro, dudaba entre ir a la muleta o al hombre y éste se vengó despenándolo. Cascales finiquitó como pudo al malage cuarto e intentó hacer caso a Orteguita, que le gritaba desde el burladero: puesta, puesta. Se refería a la muleta. Pero el que estaba poco puesto era el espada, cuya labor iniciada bien se fue diluyendo.

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