El arte de la agonía
En las tardes de feria, la Maestranza de Sevilla se abre al mundo. Desaparece el ambiente íntimo de las corridas que la ciudad se ofrece a ella misma -las novilladas de mayo, las tardes del Corpus y de la Virgen de los Reyes-, y una multitud curiosa o impertinente llena la plaza dándole un aire nuevo. Con displicencia y una tolerancia sólo aparente, el sevillano se deja ver en uno de sus rituales. Porque es privilegio y capricho de la ciudad fingir -una vez al año- que permite la participación en sus fiestas grandes. Así Sevilla, tan sabia como malintencionada, oculta mostrando. Lo hace con la cada vez más multitudinaria Semana Santa. Lo hace en la mañana decimonónica de la gran procesión cívico-religiosa del Corpus. Lo hace en la feria, montando el artificio enorme de la ciudad efimera para convertir en fiesta y espectáculo la diaria cultura de la copa, de la tertulia, del encuentro. Y ahora lo repite con esta liturgia de la muerte que es la lidia del toro en la Maestranza.Trágica alegría
Para quien sepa ver, Sevilla muestra aquí una de sus claves más cautivadoras: su trágica alegría. Esta ciudad menosprecia el anhelo -ético, nórdico, pragmático- de felicidad, prefiriendo ese caprichoso e indomesticable movimiento del ánimo que es la alegría. La presencia de la muerte puede desbaratar el edificio de felicidad laboriosamente alzado; no podrá, en cambio, matar la raíz de la alegría. Rafael Lafión contó de forma magistral cómo, estando su casa sumida en el luto y la infelicidad tras la muerte de su padre, entró un día por sorpresa la alegría, en forma de una radiante tarde de primavera. Desde la contemplación del dolor y de la muerte, el sevillano ha sabido conservar intacto el don de su alegría. En la fiesta de los toros demuestra cómo la muerte no excluye la gracia, ni la belleza, ni la armonía: por el contrario, todos estos requisitos de arte nacen del juego con ella misma. Una vez más la ciudad realiza el milagro -sagrado en la Semana Santa, aquí profano- de transformar el dolor en gozo, el esfuerzo en gracia, la muerte en vida.
No cabe saber más hondo que este que se manifiesta en el conocimiento de lo último, en el arte de la agonía. En él reside la verdad de la fiesta de toros en Sevilla, la que siempre la mantendrá por encima de los ataques de quienes sólo defienden la vida por miedo a la muerte. Día a día, del jueves 6 al lunes 17, la ciudad se llenará del eco que por el paseo de Colón, por el Arenal, rebosará de la plaza henchida de pánico y de gozo. El jardín cerrado de la Maestranza se abrirá a todas las curiosidades; sepa ver quien mire, sepa escuchar quien oiga.
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