'Glasnost' y contabilidad
La amenaza fundamental de las fuerzas convencionales del Pacto de Varsovia no estriba únicamente en su superioridad numérica, según el autor, que duda de las cifras ofrecidas por la URS S. También se han de tener en cuenta sus despliegues avanzados y la concentración de blindados y de fuerzas terrestres mecanizadas.
De Gorbachov, uno puede llegar a creer todo, excepto sus cifras sobre el balance de fuerzas militares en la Europa del Atlántico a los Urales. Sólo los soviéticos afirman que existe una "paridad aproximada" entre las fuerzas del Pacto de Varsovia y de la OTAN; ninguna fuente oficial o privada occidental lo admite. De todas formas, es saludable que Moscú se haya decidido por fin a mostrar unos datos sobre sus ejércitos, por muy inexactos que éstos resulten ser. No obstante, la Alianza Atlántica y los Gobiernos que la forman deben ser conscientes de que el Pacto de Varsovia publica por vez primera una cuantificación de sus efectivos no en un generoso acto de transparencia, sino para situarse mejor ante la OTAN -y sus opiniones públicas- en las negociaciones sobre desarme convencional que se inaugurarán en las próximas semanas. ¿Cómo podría pedirse a la URS S y sus aliados mayores reducciones de las que ofrecen si no se benefician de una superioridad por su parte?Lo que queda al final
La respuesta es muy sencilla: en un proceso de reducción de armamento, lo importante no es lo que hay de partida, sino lo que queda al final. La OTAN debe huir de las polémicas sobre quién tiene más de qué cosas y en dónde, pero debe ser firme en una cuestión: a donde se quiere llegar es a una paridad real en sistemas de armas y por zonas geográficas. No es admisible que el Pacto de Varsovia, aun reduciendo sus fuerzas para acomodarse al nivel aliado, pudiera concentrar éstas en unos determinados sectores, desequilibrando regionalmente el equilibrio global. Pero es más: aun concediendo credibilidad a las poco creíbles cifras soviéticas, o suponiendo que las negociaciones sobre desarme convencional llegan a buen puerto y se logra la paridad numérica, desde el punto de vista de la defensa, lo importante no es el número de fuerzas en sí, sino cómo éstas se emplean.
El material bélico de la URS S y demás miembros del Pacto, sus hombres, las doctrinas que los guían y los modelos de despliegues revelan una orientación ofensiva que contrasta con los de la OTAN. Es posible que la URSS no busque una guerra, pero si ésta lamentablemente estalla, sus. ejércitos están diseñados para ganarla en el más breve plazo posible. Los aliados occidentales tienen como objetivo no perder. flor eso, un carro de combate alemán occidental, valga por caso, no es equiparable a uno soviético instalado en la RDA a pocos kilómetros de la frontera occidental, entrenado y preparado para, llegado el caso, invadir la RFA, destruir sus resistencias y ocuparla. Y frente al cual, lo más seguro, los aliados no van a emplear otro carro, sino un arma anticarro.
En efecto, si se quiere una defensa que disuada, se necesita una defensa que resista. Tiene menos importancia lo que se echa al campo de batalla que lo que se logra con ello. ¿De qué le valió a los aliados, al comienzo de la II Guerra Mundial, contar con mayores fuerzas frente a la Alemania de Hitler, si los ejércitos de éste disponían de unas tácticas y unas ventajas organizativas que lograron el colapso de Francia y el repliegue del Reino Unido?
Reducir disparidades
Reducir las disparidades numéricas existentes hoy día entre los dos bloques no puede ser suficiente para la OTAN. El Pacto debe cambiar sus doctrinas de empleo y sus despliegues de tal forma que se imposibilite un ataque por sorpresa o una ofensiva sobre territorio aliado. El Pacto debe perder sus fuerzas destinadas a -y capaces de- invadir.
El balance militar que ahora ofrece el Comité de Defensa de los ministros del Pacto de Varsovia no atiende a ninguna de estas razones: se contenta con dar una particular radiografía de cómo ellos ven las cosas en cuanto al número de fuerzas se refiere. 0 de cómo ellos quieren hacernos creer que las ven, que nunca se sabe. Pero en su saco contable han caído demasiadas cosas; por ejemplo, han metido el material norteamericano preposicionado (los POMCUS en la RFA) destinado a ser utilizado por soldados de EE UU traídos a Europa como refuerzos en caso de conflicto, pero se han dejado fuera los de la URSS en la RDA, Checoslovaquia y Hungría. Igualmente, han contado todas las unidades aliadas en activo, sin tener en cuenta su grado de disponibilidad (si están dotadas al 80,5% o menos de sus hombres), mientras que algunas divisiones soviéticas de categoría III (en cuadro) no se cuentan o se consideran desactivadas. En fin, no se menciona para nada el potencial de uno y otro lado en caso de movilización, posiblemente porque, a medida que se avanza en los días de la misma, el número de efectivos del Pacto no sólo aumenta, sino que agiganta su ventaja frente a los países de la OTAN. Por no decir de los despliegues.
La amenaza fundamental de 1 5 fuerzas convencionales de¡ lacto de Varsovia no estriba únicamente en su superioridad numérica, sino en sus despliegues avanzados y en la concentración de blindados y de fuerzas terrestres mecanizadas, que cuentan con un gran apoyo en helicópteros de ataque y en la aviación táctica. Esto es, en una composición de fuerzas tendentes a favorecer unas campañas rápidas, al estilo de las operaciones de blitzkrieg de las tropas del Tercer Reich, en las que se lograse desbaratar las defensas de la OTAN antes de que ésta supiese o pudiese reaccionar. Los números no son importantes; al igual que con los dados, es el resultado lo que cuenta. Los políticos occidentales deberían saberlo y deberían negociar en consecuencia.
Por cierto, la última estadística oficial soviética publicada en Moscú sobre el crecimiento anual del PNB afirma que la URSS creció un 5% en 1988, un 1% más que en los años 19811985. Tal posibilidad ha sido, sin embargo, negada repetidas veces por el mismo Gorbachov y por su asesor económico Abel Aganbegyan. El Pacto de Varsovia publica finalmente sus datos, pero ¿podemos creernos estas cifras que se nos presentan, cuando lo que se publica sobre su. economía es tan descaradamente falso? No, señor Gorbachov, no al menos sin un poco más de glasnost.
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