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Tribuna:COOPERACIÓN EN EL VIEJO CONTINENTE
Tribuna
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La Unión Soviética y la CE

Cuando el 20 de mayo de 1985, Mijail Gorbachov declara en Moscú a Bettino Craxi, a la sazón primer ministro italiano y presidente del Consejo de las Comunidades Europeas, que en la medida en que los países de la CE operan como una entidad política, estarnos dispuestos a buscar con ella un lenguaje común en materia de problemas internacionales concretos", se abre una nueva etapa no solamente en las relaciones exteriores de la Comunidad, sino, quizá, en la historia de Europa. La Unión Soviética vino considerando desde 1957, fecha de la firma del Tratado de Roma, a la Comunidad como la expresión más representativa del capitalismo occidental. La publicación en ese mismo año de 1957 en la revista Komunist de las "Diecisiete tesis sobre el Mercado Común", completadas cinco años después por las "Treinta y dos tesis sobre la integración imperialista en Europa occidental" publicadas por Pravda, ha condicionado profundamente las relaciones entre la Comunidad y la Unión Soviética. Durante casi 30 años, la Comunidad ha sido ignorada y un inmenso vacío político, jurídico e institucional se ha creado en las relaciones exteriores de la Comunidad. Hoy la Unión Soviética ha establecido relaciones diplomáticas plenas con la Comunidad, explora un acuerdo de cooperación de amplio espectro con ella y acoge con agradecimiento la ayuda de urgencia comunitaria de más de 10 millones de unidades de cuenta (unos 1.500 millones de pesetas), aprobada a las pocas horas de producirse la dolorosa catástrofe de Armenia. ¿Qué ha sucedido para que tan profundo, cambio se produzca?Hace unas semanas la diplomacia soviética declaraba que esta normalización de las relaciones se debía al cambio de actitud de la Comunidad para con su país. Pero las razones habría que buscarlas por otros derroteros.

La primera razón de la nueva actitud soviética hacia la Comunidad reside en la propia esencia de la perestroika. ¿Quién podría comprender la política de reforma y transparencia en la URSS promovida por Gorbachov sin un reconocimiento de la existencia de la Comunidad? Una política que se traduce en propuestas continuas de desarme en el terreno militar, de mejoras en los derechos humanos, reconocidas explícitamente por los propios Estados Unidos en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa recién concluida en Viena y de reformas económicas profundas no hubiera gozado de credibilidad sin un acercamiento a la CE.La evolución de la propia Comunidad ha jugado también un importante papel en la actual posición de la URSS. A lo largo de sus 30 años de existencia, la Comunidad, con sus crisis, ha podido aparecer a los ojos críticos soviéticos como algo frágil e inconsolidado. Hoy, con 1,2 países miembros entre los más desarrollados del mundo, 320 millones de consumidores, una renta per cápita media de más de 7.000 dólares, unas competencias ampliadas, unas políticas comunes que se extienden a nuevas áreas, un programa de acción para 1992 y un Acta única que proporciona medidas de decisión más ágiles, la Comunidad constituye un polo de atracción que nedie puede ignorar. No es, pues, sorprendente que la Unión Soviética aborde sus relaciones con ella con la vista puesta en la perspecitiva del mercado interior de 1992. La idea estaba ya latente en la frase de Gorbachov a Craxi en 1985 como lo estaba en las declaraciones de Breznev de marzo y diciembre de 1972 sobre la necesidad de reconocer las realidades de Europa.

Proceso de integración

Los efectos que el gran mercado interior común podrá producir en los países de Europa oriental pertenecen, por el momento, al mundo de las conjeturas, pero lo cierto es que esos países, con la URSS a la cabeza, no desean quedar marginados en el proceso de integración europea que se desarrolla ante ellos. No faltan quienes ven también en el movimiento de acercamiento soviético a la Comunidad una expresión más del intento de la URSS de introducir una cuña entre Europa y Estados Unidos: lo que se ha venido llamando el découplage, la escisión en el seno de la Alianza Atlántica. Sin embargo, la idea gorbachoviana de la casa común europea no está, según los responsables soviéticos, en modo alguno reñida con la solidez de las alianzas y la fidelidad a las amistades respectivas de ambos bloques. Si Europa adquiere conciencia de su entidad y de su solidaridad, nada debe impedirle conciliar sus tradicionales lazos de amistad con la otra ribera del Atlántico y unas buenas relaciones con sus más inmediatos vecinos. Sería paradójico que las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética se encaminaran hacia una luna de miel en lo militar como en lo económico y lo político, al tiempo que los lazos euroamericanos actuarán como elemento inhibitorio en las relaciones entre la Comunidad y la URSS.

Finalmente, no puede ignorarse el objetivo soviético de una modernización en el terreno científico y tecnológico. Quizá la mejor prueba de la clarividencia y del valor político de un líder como Gorbachov resida en su toma de conciencia del retraso en el que su país corre el riesgo de abismarse y la necesidad de reorientar la economía de su país. La cooperación con la Comunidad podría ayudar a alcanzar ese objetivo, aun dentro de las limitaciones impuestas por las listas de exportaciones por el COCOM a las exportaciones de material de doble uso civil y militar.

Las relaciones comerciales entre la Comunidad y la Unión Soviética se mantienen a un nivel totalmente impropio de sus potencialidades respectivas; apenas superan el 4,5% del total de los intercambios exteriores de la Comunidad y han venido sufriendo un deterioro continuo como consecuencia de la baja de los precios de los productos petrolíferos y de las materias primas, de la escasa adaptación de la oferta soviética a las exigencias del mercado occidental y de las rigideces del sistema comercial de la URSS.

Un acuerdo habrá de perseguir dos objetivos esenciales. En primer término, el desarrollo y la promoción de los intercambios comerciales, utilizando para ello en toda la medida posible los medios habituales: tratamiento de nación más favorecida, desmantelamiento de restricciones y obstáculos a los intercambios, facilidades para los operadores económicos, participación en actividades promocionales. La reforma del régimen de comercio exterior soviético debe coadyuvar fundamentalmente a ese objetivo. Hace escasos días, las autoridades soviéticas publicaban las líneas de un primer proyecto de arancel cuya implantación constituirá un hito esencial en esa reforma y en la aproximación de los precios interiores soviéticos a los que rigen la economía internacional. Una vez más, perestroika y glasnost, reestructuración y transparencia, estrechamente unidas.

En segundo lugar, si la Comunidad ha de atender los deseos de la Unión Soviética y responder con un acuerdo adaptado a un nuevo tipo de relaciones, éste no puede ignorar una cooperación que vaya más allá de lo meramente comercial. El Consejo de Ministros de las Comunidades de 25 de julio del pasado año confirmaba esta línea. La gama de sectores en los que la Unión Soviética estaría dispuesta a cooperar con la Comunidad cubre prácticamente todas las áreas de competencia de ésta, y, a su vez, la Comunidad puede tener interés en esa cooperación en no pocos sectores: medio ambiente, pesca, energía, transporte marítimo, ciencia.

Cooperación ambiental

La protección del medio ambiente, especialmente desde el grave accidente de Chernobil, es un terreno en el que la Comunidad y la URSS cooperan ya en organismos internacionales en temas como la contaminación del agua o del medio marino. En pesca, un primer intento de cooperación en 1977 fracasó esencialmente por motivaciones políticas, y hoy las primeras conversaciones sobre una cooperación, especialmente en el Báltico, ya se han iniciado. Con una potencia energética de primera magnitud como la URSS, la Comunidad viene cooperando incluso en materia de fusión nuclear, en la que Japón, Estados Unidos, la Unión Soviética y la Comunidad participan ya en un proyecto común, el ITER, en el marco de la Agencia de la Energía Atómica de Viena. Finalmente, y aun teniendo en cuenta las limitaciones que imponen las exigencias de confidencialidad, industrial o de defensa, cabe la posibilidad de identificar áreas en las que la URSS y la Comunidad pueden llevar a cabo una, cooperación científica ventajosa para ambos.

El período de la presidencia española que acaba de iniciarse puede ser testigo de uno de los pasos más significativos en la historia de las relaciones exteriores de la Comunidad: la preparación de un acuerdo de comercio y cooperación con la Unión Soviética, que culminaría el proceso de regularización de las relaciones con el Este, tarea difícil por la dimensión de los interlocutores, el alcance potencial de esa cooperación, sus implicaciones políticas y la necesidad de proteger los intereses comunitarios.

Pablo Benavides es director de la Comisión de la CE para Europa del Este y Asociación Europea de Libre Cambio.

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