La vida sigue igual
Segura / Norte, Roldán, Marsella
Novillos de Francisco Segura, con enorme trapío, broncos y mansos. Julio Norte: ovación. Ovación. Pedro Vicente Roldán: ovación. Silencio. Bernard Marsella: silencio. Silencio Plaza de Las Ventas, 12 de marzo
El título de la canción que lanzó a la fama a Julio Iglesias inundó las mentes de los aficionados que se dieron cita ayer en Las Ventas. El cambio sigue sin llegar a la fiesta, manejada por las injustas estructuras de siempre y sin intervención de la autoridad.Así, un ganadero como Francisco Segura, con varios fracasos en Madrid, enviaba de nuevo a sus moruchos, no se sabe en virtud de qué méritos, desde luego no taurinos. Y un novillero, Bernard Marsella, cuyas últimas actuaciones en este coso no habían pasado de la mandanga, también repetía. Como la fiesta sigue igual, ellos también. Volvieron a naufragar.
Ninguna variación tampoco en la impresentable cuadra de picar, con sus jamelgos percherones pasados de chocolate. Es un grave problema para los hulanos, pero que tan solo atenúa su habitual incapacidad. Ayer hicieron lo propio, colocar la puya aplicando la ley de que tó es toro. Asaeteaban a los animales en brazuelos, pencas y otras innombrables zonas. El primer tercio sigue convertido en una pantomima, y el orden de lidia, en una mojiganga.
Los novillos, amén de ásperos y marrajos, eran unos galafates, el más pequeño de los cuales pesó 449 kilos. Todos serios, cuajados, enmorrillados y de anchas culatas. Todos, excepto el sexto, unos malages cuya peligrosidad aumentó por su pésima lidia.
Sólo Julio Norte pudo instrumentar algunos redondos y adornos con enjundia, a base de conocimientos y valor. Valor también derrochó Pedro Vicente Roldán, pero no conocimientos, que parece no poseer de momento. Su pundonor tapó sus gurripinas. El frío y distante Marsella desaprovechó el único novillo mínimamente aceptable, el sexto. Al francés, demasiado profesoral y escasamente entregado, le puede la jindama, algo inexplicable en un novillero. Tal vez lo haga para que vuelven a repetirle.
Babelia
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