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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Iglesia o secta

"¿Qué? ¿No es para llorar que hombres de una secta incurable, ¡lícita, infame, se ensañen contra los dioses? Una hez infecta, un manojo de ignorancia y de mujeres crédulas por la debilidad de su sexo componen esa turba sacrílega y sediciosa, cuyas reuniones nocturnas, sus ayunos rituales y su extraña forma de alimentación aseguran la cohesión no por un acto religioso, sino por una perversidad inipía", escribe Mario Coll, al que no tengo el gusto de conocer, en la sección Cartas al Director de ese periódico hace unos días y bajo el expresivo título de Caza de brujas.Y continúa el señor Coll: "No, no se trata de la parlamentaria Pilar Salarrullana salvando nuestras conciencias en el Congreso de los Diputados; es la voz de Cecilio, personaje de Octavio, de Municio Félix, autor cristiano del siglo II, al que éste hace eco de las calumnias que se vertían contra los cristiarios".

No estamos en Roma, sino en

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España. Pero, si estuviéramos en la capital de la cristiandad, la señora Salarrullana y los restantes miembros de la comisión de estudio sobre la situación de las sectas religiosas en España tendrían la oportunidad de leer la página 1.919 del Grande dizionario delle religioni, dirigido por el muy ilustre cardenal de la Iglesia católica Paul Poupard, en donde se informa de la naturaleza, fines y actividades de la Chiesa della Scientologia.

Para el Vaticano somos una religión que trabaja legalmente en 55 países y tiene siete millones de fieles. Y para la justicia italiana también somos una organización religiosa, y no una asociación ¡lícita o una de las 40 (¿sería mucho pedir que las enumeren?) "sectas destructivas" que operan en España, según el informe elevado por la citada comisión al Pleno del Congreso de los Diputados.

En efecto, el Tribunal de Bolzano ha dictado sentencia, recientemente, reconociendo a la Iglesia de la Cienciología los derechos amparados por la Constitución italiana sobre libertad religiosa.

Puedo aducir otras muchas sentencias, todas favorables. De ellas he informado por escrito al presidente de la comisión, don Joan Manuel del Pozo Álvarez, y a los restantes miembros, incluida la señora Salarrullana, adjuntándoles las correspondientes fotocopias de las sentencias.

Más aún: me he ofrecido a comparecer ante la citada comisión, de forma oficial u oficiosa, para aportar la documentación complementaria que estime conveniente. Lo hice con fecha 6 de febrero, entregando las cartas personalmente en el Congreso de los, Diputados, y todavía no he obtenido respuesta.

¿Por qué no van al fondo de los asuntos? ¿Para qué sirve una comisión que califica como "sectas destructivas" a "unas 40" organizaciones, sin enumerarlas ni darles oportunidad de defensa? ¿No es este procedirniento muy parecido al ¿le la Inquisición, que, en ocasiones, juzgaba y condenaba sin la presencia del reo?

Y, para finalizar, vuelvo a citar un texto publicado en EL PAÍS (28 de cliciembre de 1988) y firmado por su redactor Bonifacio de la Cuadra: "El reciente levantamiento de la veda contra las sectas, aparte de sus resabios inquisitoriales, suscita una cierta perplejidad ante la capacidad colectiva de convertir lo habitual en normal y condenar lo insólito, simplemente por raro y no común".

Pues bien, en nuestro caso somos normales en el mundo y anormales en España. Puedo hablar en primera persona porque, procedente de Ginebra, en donde había presentado una ponencia sobre derechos humanos en la sede de las Naciones Unidas, fui detenido y encarcelado, ¡sin auto de procesamiento!, durante 18 días en Carabanchel, el pasado noviembre. Y aún sigo confinado en España como presunto culpable, aun siendo inocente.- Presidente de la Iglesia intemacional de la Cienciología.

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