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El vuelco de La Tablada

Sospechas de que los militares argentinos realizaron fusilamientos sumarios en la represión del último brote terrorista

La represión militar contra el ataque terrorista al Regimiento de Infantería de La Tablada, ocurrido el 23 de enero pasado, a unos 20 kilómetros al oeste de Buenos Aires, está rodeada de sospechas, cada vez más fundadas, de que se cometieron excesos, e incluso parece que hubo fusilamientos en el acto.Ante la pregunta sobre las informaciones que circulan en Buenos Aires de que en La Tablada se habrían cometido ejecuciones, el procurador general de la nación, Andrés D'Alessio respondió a este periódico: "No conozco concretamente nada asertivo en este sentido". D'Alessio añadió categórico que, "en la medida en que haya cualquier indicio, que pueda llamarse tal, sobre este tipo de delitos, o cualquier otro vinculado con estos hechos, va a haber una investigación tan exhaustiva como la del asalto a La Tablada, con el mismo entusiasmo por parte del ministerio público".

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Pocos días después del ataque de un grupo terrorista de ultraizquierda al regimiento de La Tablada, un diputado del partido del Gobierno, la Unión Cívica Radical (UCR), comentó al corresponsal de este periódico que "no cabe duda de los progresos conseguidos en Argentina. Durante el proceso a la dictadura militar de 1976 a 1983, en La Tablada los militares habrían matado a todos. Ahora sólo hubo algunos fusilamientos". Esta sospecha está muy extendida en Buenos Aires. Entre los periodistas, casi nadie se atreve a denunciar esto por un doble temor: verse acusado de simpatizar con los terroristas o recibir una advertencia en forma de bomba. Días atrás, un redactor del semanario El Periodista, que escribió sobre las conexiones de Pro Latin, un grupito paramilitar que se destacó en los días de La Tablada, recibió un petardazo en su domicilio.

Un mes después de La Tablada, el panorama político ha sufrido un vuelco en Argentina. La acción criminal del grupúsculo de ultraizquierdistas, que se agruparon bajo la denominación Frente de Resistencia Popular (FRP) para el asalto al regimiento, ha lavado la cara a los militares. El Ejército ha recuperado un protagonismo y una intervención en la vida política que parecía imposible tras el desprestigio de las asonadas del teniente coronel Aldo Rico y el coronel Mohamed Seineldín.

El mismo cesto

El temor a verse metidos en el mismo cesto que los terroristas hizo que en un primer momento algunas organizaciones defensoras de los derechos humanos optasen por negar su asistencia legal a los sobrevivientes de La Tablada y a los detenidos en las redadas policiales que siguieron al 23 de enero. Después de reflexión y discusiones, esta primera postura de rechazo de toda ayuda a los terroristas se modificó, y abogados de organizaciones humanitarias se entrevistaron con los presos. Héctor Trajtemberg y Carlos Zamorano, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, resumieron a este periódico las entrevistas mantenidas con algunos de los presos supervivientes de La Tablada. Según los presos, "no fueron intimados a rendirse, y los militares no hicieron ningún intento para ahorrar vidas. Después de entregarse ocurrieron cosas muy graves. Francisco Provenzano, Carlos Samojedny y Berta Calvo integraban el grupo de los que se entregaron vivos. Los otros los vieron y escucharon cómo decían sus nombres. Provenzano apareció entre los muertos varios días después, y estaba irreconocible. Samojedny está técnicamente desaparecido. Se presentó un recurso de hábeas corpus en su favor y ha sido rechazado. Berta es posible que haya muerto a consecuencia de las heridas recibidas". Aseguran los abogados que la presa Isabel Fernández explicó que "nos tiraron en el pasto desnudos y encapuchados. Le pregunté a uno quién era, y me dijo: "Soy Carlos, el psicólogo". Según esta versión, se trataría de Carlos Samojedny, que no aparece en las listas de muertos ni figura entre los detenidos.

Un mes después de La Tablada han sido identificados 21 de los 28 cadáveres de los terroristas. Aunque se da como seguro, no ha sido confirmado oficialmente que se encuentre entre los muertos Roberto Sánchez, que al parecer utilizó una documentación a nombre de Osvaldo Farfán. Sánchez pertenecía al grupo de argentinos de la organización guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que en 1979 fueron con su líder, Enrique Gorriarán, a combatir en Nicaragua contra la dictadura somocista y después se sumaron a la revolución sandinista. De Sánchez informan varios medios de Prensa argentinos que llegó a ocupar el puesto de subjefe de policía de Managua. Fuentes próximas al partido que era brazo legal del ERP informaron a este periódico que entre los cadáveres no reconocidos de La Tablada se encuentra un antiguo miembro de ETA que vivía en Nicaragua. Esta información no ha podido ser confirmada.

Las autoridades judiciales argentinas han reaccionado a la defensiva ante las acusaciones de malos tratos a los detenidos y sobre todo a las de que se realizaron ejecuciones sumarias en La Tablada. Existen, sin embargo, elementos que alimentan la sospecha fundada de que efectivamente pueden haberse producido casos de aplicación de la ley de fugas o fusilamientos en el acto.

Sangriento pasado

El hecho terrible de que haya podido fusilarse en el acto a detenidos desarmados y ya entregados despierta en Argentina evocaciones y temores por el sangriento pasado, distante menos de 10 años. Además de estos recuerdos del pasado, los militares argentinos han conseguido mostrar al país, de forma palpable, algo que reivindicaban. Gracias a La Tablada y las escenas de la televisión, repetidas de nuevo en programas de hasta dos horas estos días, los militares han logrado convertir en realidad, para consumo de la opinión pública, la ficción de que la lucha contra la subversión en los años setenta fue una guerra. Las escenas de La Tablada eran de guerra.

La Tablada ofreció la coartada perfecta para lograr la unidad de un Ejército que, con los ricos y seineldines, llevaba camino de convertirse en una horda de tribus cada una con su cacique. Esto explica el desatino militar de destruir a cañonazos los edifielos del regimiento asaltado y los carros de combate que arrasaban todo a su paso. Algo nunca visto en las asonadas de militares ultraderechistas. Era la guerra. Innecesaria en ese grado, pero era la guerra contra la subversión.

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