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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Despues de la batalla

EL DEBATE sobre el estado de la nación, centrado este año en el fracaso de la concertación social, ha dibujado, todavía en hilvanes, las líneas que definen un escenario político que registra novedades significativas respecto al existente hace apenas unos meses. La ruptura entre UGT y el PSOE-y el paralelo acercamiento de la central socialista a CC 00- es el hecho político fundamental del último período, por cuanto liquida no sólo un determinado modelo de concertación, sino un sistema de cohesión social que resultó decisivo en el triunfo electoral del PSOE. El éxito de la huelga general de diciembre, sólo en parte determinado por aquella ruptura, constituyó el acta de defunción de dicho modelo y contribuyó a crear expectativas en el seno de la oposición, dando cierta credibilidad sociológica al proyecto de refundación de la derecha emprendido por Fraga y abriendo un espacio a la izquierda del partido gobernante.El proyecto socialista que llevó a Felipe González a la Moncloa en 1982 implicaba la complicidad de un sindicato con suficiente influencia en el movimiento obrero como para garantizar la paz social sin poner en riesgo los objetivos de política econórnica. En ausencia de este apoyo, el PSOE se verá probablemente abocado a modificar su estrategia y su mensaje, tratando de compensar por su derecha el espacio perdido por la izquierda. La coalición Izquierda Unida aspira, lógicamente, a ocupar ese espacio como expresión política de la izquierda social. La sorprendente irrupción por el mismo costado del CDS de Adolfo Suárez explica las pullas de Nicolás Sartorius a propósito de ciertos generales en busca de tropa. Pero si es dudoso que el CDS pueda ser reconocido como portavoz político del descontento sindical, su radicalización populista puede servirle para recoger el voto cabreado de las ciudades: sectores de la pequeña burguesía urbana que se han sentido estafados por los socialistas, pero que difícilmente darán su apoyo a Fraga por muy renóvada que se presente su oferta.

El tono y contenido del discurso de Miguel Herrero indican una deliberada voluntad de compaginar la recuperación de las señas de identidad del conservadurismo con actitudes más cooperantes con el poder socialista en las batallas políticas cotidianas. En la intersección entre ambos movimientos se sitúa su habilidad para plantear la crítica al Gobierno, antes que en el terreno ideológico, en el de la gestión, con particular incidencia en los servicios públicos, así como su oferta de consenso político como vía para hacer frente a los efectos de la pérd ' ¡da de consenso social. La combinación entre el autoritarismo de Fraga y la moderación de Herrero y Oreja puede resultar electoralmente muy rentable si, como consecuencia de la radicalización sindical, asistimos a unos meses de aguda conflictividad social y a previsibles reacciones de exasperación de las clases medias de las ciudades. Si el PSOE no garantiza ya la paz social y, por otra parte, la derecha centra su imagen, las expectativas cambian radicalmente.

En resumen, la situación parece tender hacia la configuración de tres bloques principales: un socialismo debilitado y abocado a acentuar su desplazamiento hacia el centro, y sin otros posibles aliados -en caso de perder la mayoría- que los na ' cionalismos vasco y catalán; un conjunto articulado en torno al PP y al que podrían sumarse los regionalistas moderados

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y con voluntad de disputar al PSOE ese segmento de las clases medias moderadas, y una oposición de izquierda crecida al calor de la protesta sindical, pero que desborda las posibilidades de encauzamiento político de Izquierda Unida. En este esquema, no se sabe muy bien qué lugar ocupa el suarismo: su apelación al electorado de centro se contradice con su tentación de aprovechar la estela sindical, mientras que sus posibilidades de actuar como bisagra parecen descartadas con los socialistas y no muy probables conunos conservadores que han recuperado su propio aliento. Los tres bloques descritos tienen una dimensión variable, pero definen un escenario más equilibrado que el existente hace pocos meses y abierto a diferentes desarrollos. Su característica principal es la fuerte competencia por captar el voto de centro, posición en la que se concentra ya la inmensa mayoría del electorado. Y el hecho de que la adhesión de ese segmento a una u otra opción depende en gran parte de los comportamientos de otros sectores sociales, en particular de los influidos por las centrales sindicales.

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