'Lawrence de Arabia' o la restauración del cine
La mítica película que consagró a Peter O'Toole triunfa en EE UU tras una cuidada reconstrucción
En una época en la que el cine se ve cada vez más en las pequeñas pantallas de televisión o en salas diminutas, la restauración del legendario filme Lawrence de Arabia en 70 milímetros, una pantalla como una cancha de baloncesto, sonido estereofónico Dolby y el océano del desierto en el grano Kodak de 1989 es una reparación largo tiempo debida a quienes creen que el cine-cine no ha muerto. Ésta es la impresión que está produciendo en Estados Unidos, tras una semana en las carteleras, en sólo tres ciudades como prueba, la espléndida reconstrucción de la obra genial de David Lean con Peter O'Toole, Alec Guinness, Anthony Quinn y Omar Sharif.
A diferencia del desastre de la coloración de viejas joyas como Casablanca, este es un caso en el que la tecnología sirve y engrandece una pieza filmada hace 27 años en Jordania, España -donde se rodaron escenas en Almería- y Marruecos a un coste, exorbitante para entonces, de 15 millones de dólares y, que en su día cosechó siete oscars de la Academia. "Ya no se hacen películas como ésta", es la afirmación más generalizada de los espectadores que en Washington, Los Ángeles y Nueva York se han enfrentado a 216 minutos de desierto tan real que acabas lleno de arena.Este es el tiempo (tres horas más 16 minutos) en el que un cirujano archivero de películas llamado Robert Harris ha dejado la historia del intelectual de Oxford, T. E. Lawrence, convertido en héroe y unificador de las tribus árabes nómadas, contra los turcos, en el Oriente Próximo de 1916. Pero sí son necesarios una mínima provisión de chocolate o, aquí, un balde de tradicionales palomitas de maíz, para acompañar la exhumación de esta obra que vuelve a reconciliar con el cine a un público huido al vídeo.
La nueva versión de Lawrence de Arabia es también un recordatorio del primitivismo del medio televisión para ver cine. Pero ahora que existe una gigantomaquia cinematográfica como ésta, el problema es que han desaparecido los cines preparados para exhibirlas. Sobre todo, en Estados Unidos, donde se inventó este arte, que también tuvo la funesta ocurrencia de los minicines-latas de sardinas y sus escuetas pantallas, no muy superiores a las de los grandes televisores planos de última hora o las de 16 milímetros de los salones colegiales de la infancia.
Trabajo mágico
Nueva York, Washington o Los Ángeles no tienen un cine como los cines palacios de cualquier Gran Vía de capital española. Aun así, Lawrence de Arabia es una delicia sólo interrumpida por las largas colas que se forman en el necesario biológico intermedio ante los lavabos."Han hecho un trabajo mágico, una obra de amor", sentenció sir David Lean, 80 años, director del épico Lawrence tras cortar personalmente siete minutos del minucioso trabajo de restauración de Harris, que ha trabajado durante años con 3.500 kilos de latas de cinta para reconstruir el legendario filme. A Columbia Pictures le ha costado dos años y más de 600.000 dólares restaurar Lawrence, un trabajo en el que han ayudado Steven Spielberg y Martin Scorsese, cuya polémica obra La última tentación de Jesucristo ha sido calificada como "un Lawrence en barato".
"El día en que vi Lawrence de Arabia", ha explicado Spielberg, "tenía entonces 15 años, quería ser cirujano y al día siguiente sabía que lo que quería ser era director".
La reconstrucción ha sido muy laboriosa, ya que la película original se estaba desintegrando. El productor, Sam Spiegel, había reducido 20 minutos de los 217 originales, y en el reestreno, en 1970, se volvieron a cortar 20 minutos. "Era como si una rata se estuviera comiendo la película, y era un roedor con poco gusto", ha comentado Peter O'Toole, el actor irlandés que dio vida a Lawrence.
Cuando Harris y el equipo de editores tenían ya en su poder latas de cinta de Lawrence procedentes de Hollywood, Alemania, Inglaterra y Holanda, se dieron cuenta de que no sólo las copias estaban en mal estado, rayadas, con fotogramas perdidos, sino que faltaban 20 minutos de la banda sonora original. Ni diálogo ni efectos musicales, que habían desaparecido por completo. Hubo que contratar a expertos en leer labios y traducir a los sordomudos y convocar a O'Toole y a Guinness, en Londres, y a Anthony Quinn, en Nueva York, para volver a grabar el diálogo.
Técnica electrónica
El largo cuarto de siglo transcurrido había alterado sus voces originales, pero un técnico mezclador de sonido consiguió, gracias a la electrónica, superar el problema. "Pudo haber sido macabro", explica O'Toole, "pero resultó fantástico. David Lean y yo pudimos ver a Lawrence de una forma diferente, más despegada". Finalmente, Harris, en Hollywood, cómo no, logró el milagro final que, según la crítica, es "la noticia más feliz para un amante del cine".
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