El quite del Madriles
Herido en su morrillo y en su dignidad el quinto toro por el par de banderillas que le acababa de prender José Antonio Carretero, hizo ¡fú!, galopó en persecución del insolente prendedor, éste puso pies en polvorosa como no era para menos, y ya tenía el fóndillo al alcance del furioso morlaco cuando salió a su encuentro un veterano banderillero, le llamaban el Madriles, echó el capote a los babeantes hocicos de la fiera, y se la llevó embebida en sus vuelos. ¡Ole los toreros guenos!, gritó alguien en el tendido y el público se puso en pie para aplaudir a los toreros buenos y olé, al Madriles que decían, héroe por unos minutos en la ayer candente (otras veces escarchada) arena de Valdemorillo.
Zaballos / Vioque, Carretero, Carmelo
Cinco toros de Miguel Zaballos 5º del conde de Ruiseñada, disparejos, aunque bien presentados y manejables. Fermín Vioque: estocada corta aguantando y dos descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (vuelta); media aguantando, rueda de peones, estocada y descabello (palmas y saludos). José Antonio Carretero: estocada traserísima baja y rueda de peones (oreja); bajonazo y rueda de peones (división y saluda). Carmelo: pinchazo, dos pinchazos hondos caídos y descabello (vuelta con algunas protestas); tres pinchazos, rueda de peones, cuatro descabellos -aviso con retraso- y descabello (silencio).Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Tercera corrida de feria.
Un quite no es lance baladí. El quite es uno de los más hermosos sucesos que pueden darse en la lidia; procelosa aventura que requiere técnica, valor y solidaridad. Cada cual debe ocupar su puesto y todos han de estar atentos a echar el capote donde preciso sea, pues cualquier distracción podría costar una vida. El Madriles -que decían- ocupaba su puesto, estaba atento, echó el capote, salvó un fondillo y quien sabe si más. ¡Ole los toreros güenos!
José Antonio Carretero, que no perdió el resuello en esa carrera (ni en muchas más; es un atleta), prendía los palos con decisión -cuando hacía diana; otras veces iban directamente al suelo- y escapaba en demanda de la barrera. Es decir, que el arte de banderillear lo interpretaba a medias. Porque la suerte es reunir y clavar en lo alto, tal cual hizo, pero también salir andando, "apoyado en los palos", según solían describir los clásicos.
Sin dejarse ver
Ese quinto toro del quite y resto banderillero, galán alto, serio y vareado, tenía la casta que es propia de su raza, con un punto de mal genio también, y ahí estaba el peligro. Carretero le pegaba pases acelerados, allá penas cómo pudieran salir, sin dejarse ver y sin dejar ver al toro. Perdió el trapo y cuando lo recuperó se puso a machetear sin disimulo, pues, durante la pausa, el toro había reivindicado su soberanía en el ruedo, y no estaba dispuesto a compartirla.Apagadito el segundo, Carretero pudo instrumentarle más reposados pases, aunque le salían cortos por ahogar la embestida. En realidad interpretaba la versión ultramoderna de la tauromaquia, que es fundamentalmente encimista. Muchos toros embisten poco precisamente porque los toreros les atufan el morro. En cambio Fermín Vioque, espada de antigua escuela, citaba a la distancia, dejando el espacio debido para que el toro pudiera desarrollar fluidamente su embestida. Le costó una voltereta tremenda, pero también hizo apunte de toreo ortodoxo, sobre todo en varios naturales al cinqueño corniveleto que abrió plaza.
Carmelo no parecía ayer el Carmelo novillero que alborotó Las Ventas temporadas atrás. Quizá fue que empleaba con excesiva reiteración ciertos latiguillos, como aliviarse con el pico de la muleta, cuando no hacía falta con toros nobles -principalmente el tercero-, o amagar un estacazo al aire una vez vaciado el de pecho, suerte nueva de inspiración comanche.
Los esfuerzos de Carmelo, y en general de la terna, conmovieron poco a la afición. A la afición sólo le conmovió de verdad el quite del Madriles, un torero en la plaza, que consumado el gesto guareció su rubor en un burladero y no quiso saludar montera en mano, ni nada.
Babelia
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