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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Realismo en la Roca

EL VIAJE del ministro británico de Exteriores, sir Geoffrey Howe, junto a algunos elementos de la polítíca emprendida por el actual ministro principal de la Roca, el socialista Joe Bossano, sitúan nuevamente al contencioso de Gibraltar en una perspectiva esperanzadora, después de que el bloqueo del Gobierno de la colonia al acuerdo sobre el uso conjunto del aeropuerto supusiera un frenazo al proceso iniciado con la apertura de la verja, hace ahora cuatro ailos. La negativa gibraltareña al acuerdo hispano-británico sobre el aeropuerto ha colocado al Gobierno de Margaret Thatcher en una delicada posición diplomática porque él es el responsable, ante España y ante la CE, de que se aplique lo pactado. Las presiones de Howe sobre Bossano parecen haber surtido cierto efecto.La visita de Howe ha oficializado, por otra parte, la retirada de tropas británicas de infantería. Independientemente de su motivación -y (le su escaso valor militar-, no cabe duda de que la decisión tiene una enorme carga simbólica. La sensible disminución de uniformes británicos en sus calles debería ayudar a los gribraltareños a comprender que al Reino Unido, integrado junto con España en la Cornunidad Europea, le resulta cada vez más dificil sostener en el Peñón un residuo colonial basado en principios de otra época, incompatibles con la Europa. de hoy.

En esa perspectiva, España haría bien en apreciar los aspectos contradictorios que tiene el "nacionalismo gibraltareño" de que hace gala Bossano. Éste, aunque en los aspectos formales se opone a todo lo que pueda indicar avance de la posición española, está impulsando iniciativas en favor de una cooperación económica entre el Peñón, La Línea y la regióncircundante. Si esa estrategia de cooperación -como Bossano la ha calificado- se desarrolla, se irá creando una zona ' económica conjunta por encima de una frontera -la famosa verja- que está condenada a muerte a partir de 1993, como todas las europeas.

Llevada hasta el final, la iniciativa del antiespañol Bossano conduce a una conclusión, perfectamente acorde con los intereses de España: al reconocer que Gibraltar carece de suelo industrial y necesita cooperar con el entorno que le rodea, el dirigente gibraltareflo está admitiendo que su aspiración a un desarrollo moderno -que rompa con el monocultivo de la base militar- es insostenible sin integración en el conjunto español. Y esa realidad económica se impondrá, en un plazo mayor o menor, por encima de los sentimientos heredados del pasado.

La política española ha sido lamentablemente pasiva a la hora de introducir en la conciencia de los gibraltareños la idea de que tienen un futuro, como comunidad con su identidad y características propias, como parte de una España democrática dotada de un sistema descentralizado de amplias autonomías. Estamos ante un problema que no se resolverá sólo con una firma británica. Exige asimismo una evolución de la conciencia gibraltareña, que no será rápida, pero que cabe fomentar con audacia desde ahora. Y hay que agradecer a Bossano que nos obligue a reflexionar sobre ello.

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