Calvi: "Me arrastro de rodillas ante el Vaticano"
La viuda del banquero acusa a la jerarquÍa católica de la muerte de su marido
"Cuando mi marido fue inculpado por cosas que había hecho el Instituto de Obras de la Religión [IOR], no pudiendo él hablar porque como banquero estaba obligado al secreto, me decía: 'Me arrastro de rodillas ante ellos [los hombres del Vaticano] diciéndoles que asuman sus responsabilidades, que salgan al descubierto y digan: estas cosas las hemos hecho juntos'. Pero no querían escucharle. Le amenazaban, y Marcinkus aseguraba que le decían: 'Para nosotros matar no es un mal, porque se trata sólo de separar el alma del cuerpo y llevarla al cielo'. Mi marido vivía desde entonces aterrorizado", asegura Clara, la viuda de Roberto Calvi, desde su residencia en Canadá.
"Le habían dicho que el nombre del IOR no se debía pronunciar ni en confesión", insiste Clara Calvi por teléfono desde Canadá, intrigada en un primer momento por cómo se había obtenido su teléfono personal en Montreal. En la conversación intervino también su hijo Carlo, que es quien ha capitaneado estos años la batalla contra la tesis del suicidio de su padre. Ahora que por lo menos un tribunal civil ha descartado la tesis del suicidio y apoyado la del homicidio, ¿dónde piensa la familia Calvi que debe buscarse a los responsables de aquella muerte?Madre e hijo defienden dos tesis distintas. Carlo dice que su madre "sigue convencida de que los verdaderos culpables están en el Vaticano. Yo pienso, sin embargo, que el asunto del Vaticano en definitiva no le ha ayudado, y, que, por tanto, pudo haber quien tenía interés en dañarle. Lo cual no quita que tenga graves responsabilidades hasta que no se decida a aclarar todo y a testimoniar ante los jueces".
La viuda Calvi es más explícita: "Yo tengo mi idea, muy clara", dice. "Pero aunque soy valiente, y a veces puedo ser hasta inconsciente, no puedo pasar ciertos límites, porque además no tengo en las manos las pruebas concretas. Lo que puedo decir es que las personas que tenían interés en tapar la boca y en destruir a mi marido era la gente del IOR en el Vaticano. Yo soy testigo del miedo que Roberto tenía cuando lo abandonaron".
Dos facciones
La viuda de Calvi se considera creyente, "aunque ahora ya no practico, pero tengo amigos religiosos dignos de todo respeto. El Vaticano, eso es otra cosa. La historia del Vaticano está llena de estas cosas. Incluso Dante puso en la Divina Comedia a un papa en el infierno. Ahora lo veo como una lucha de poder entre dos facciones: la ostpolitik de Marcinkus, Casaroli, Silvestrini y Andreotti, y el ala derecha del Opus Dei y monseñor Lefebvre. El Vaticano, con el 14% de las acciones del Ambrosiano, era en realidad el dueño absoluto del banco, porque los demás eran pequeños accionistas. Marcinkus no quería que se vendieran al Opus Dei las acciones. No puedo revelar nombres, pero sé que mi marido estaba tratando, cuando lo mataron, con algunos personajes del Opus".
Según la viuda Calvi, su marido estaba llevando a cabo en el Vaticano unas negociaciones "delicadísimas". "Sobre todo", dice, "porque el Papa le había prometido, a través de Marcinkus, que una vez resuelto el problema de la deuda le habría puesto en sus manos todas las finanzas del Vaticano, y yo lo vi felicísimo, hasta el punto que un día se enfadó mucho porque un periodista había empezado a intuir el asunto. Me decía que aquello podía dañarle las negocíaciones".
Del arzobispo Marcinkus, que solía veranear con la familia Calví algunos días cada año en las Bahamas, la viuda de Calvi dice: "Era alegre, cantaba, echaba hasta piropos. Decía: '¿Puedo dar un beso a esta bella señora jovencita?'. Era muy mundano".
Sin embargo, se ríe cuando se le pregunta si no era también religioso. "No, eso yo no lo he visto. A partir de un cierto punto", explica la señora Calvi, "Marcinkus ya no venía a nuestra casa. Cuando venía a las Bahamas prefería ir a dormir a casa del obispo".
En lo que se refiere a Licio Gelli, el jefe de la logia P-2, Carla Calvi cree que "puede que sepa aún cosas que nosotros no sabemos", y cuenta que una vez, "cuando mi marido estaba ya en la cárcel, el jefe de fronteras, un personaje muy importante, me envió con una carta para que le preguntara si estaría dispuesto a ponerse a la cabeza de un movimiento contra Gelli, y ser el nuevo jefe de la logia P-2. Fui a la cárcel con mi hija, y en cuanto le explicamos la cosa, mi marido respondió enseguida: 'Claro que sí, de ese modo quizá me devuelva todo el dinero que me ha robado".
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