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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La letra pequeña

CUANDO PROGRESAN, incluso de forma espectacular, las gestiones internacionales encaminadas a una solución negociada del conflicto camboyano, surge un movimiento en sentido contrario entre las fuerzas que deben ponerse de acuerdo sobre el Gobierno que asuma el poder una vez evacuadas las tropas vietnamitas. Estamos, pues, ante una situación, no infrecuente en los procesos finales de ciertos conflictos armados, en la que los puntos más serios parecen tener ya una solución a la vista y, en cambio, los acuerdos en letra pequeña -sin duda, decisivos- se embrollan y complican. El enfrentamiento se ha polarizado en torno a las figuras del príncipe Sihanuk, jefe del Gobierno en el exilio (formados por las tres fracciones, de la resistencia) y de Hun Sen, jefe del régimen provietnamita actualmente en el poder en Pnom Penh. Tras diversas conversaciones celebradas en Francia entre los dos, Sihanuk acaba de anunciar ahora en Pekín su rechazo a nuevos contactos.Pero el árbol no debe impedir ver el bosque. En el sureste de Asia se inició un cambio profundo, coincidente con las tendencias de paz y negociación que se manifiestan en el mundo. En concreto, la URS S, decidida a normalizar sus relaciones con China (la cumbre Gorbachov-Deng está prevista para los próximos meses), ha comprendido que ello exigía una. presión eficaz sobre los vietnamitas para que se retiren de Camboya. Esa presión ha venido a acentuar una evolución interna en Vietnam, donde el nuevo equipo de dirección tiende a olvidar los sueños hegemónicos de los años setenta y a dar prioridad a la urgente necesidad de salir del caos económico. Estos antecedentes explican el viaje a Pekín de un viceministro vietnamita -hecho que no se producía desde hacía 10 años- y el acuerdo logrado, en virtud del cual Vietnam se compromete a retirar sus tropas para septiembre, mientras Pekín dejará de ayudar a la resistencia camboyana.

Al mismo tiempo, los países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) -que siempre han estado al lado de Sihanuk, condenando la intervención vietnamita- toman iniciativas tendentes a acelerar el cambio que se anuncia en esa zona. Yakarta ha preparado para el próximo febrero una reunión de las cuatro fracciones camboyanas con participación de los países de la ASEAN, la URSS, China y Vietnam. En un gesto audaz, el jefe del Gobierno tailandés ha invitado a Hun Sen -jefe de un Gobierno no reconocido por Tailandia- a una visita privada a Bangkok para mejorar las relaciones entre vecinos.

¿A qué se debe este realismo de Bangkok que ha indignado a Sihanuk? Si en Afganistán nadie -salvo la URSS- presiona para asegurar un papel al grupo de Najibulá después de la evacuación soviética, el caso camboyano es muy distinto: los jemeres rojos forman parte de la coalición de Sihanuk, pero no se puede olvidar que fueron responsables de horribles matanzas cuando ocuparon el Gobierno. Por ello, todo el mundo coincide en que no deben volver a ejercer parcelas de poder. Si entran en el Gobierno de reconciliación, tendrá que ser sin funciones ejecutivas. Para lograrlo será decisivo el cese de las ayudas chinas, según lo acordado en Pekín. Pero a la vez es lógico pensar que los Gobiernos de la ASEAN, ante una transición tan compleja, deseen revalorizar el papel de Hun Sen, jefe del Gobierno de facto en Pnom Penh, cuya personalidad joven y abierta puede facilitar la formación de un Gobierno de reconciliación.

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Tras la visita de Hun Sen a Tailandia, Sihamik ha declarado que no asistirá al encuentro de febrero en Yakarta y ha pedido que se aplace sine die la reunión prevista en marzo-abril en París entre los distintos grupos camboyanos. Pero no conviene dramatizar esta postura. No es la primera retirada de Sihanuk, experto en recuperar su protagonismo con golpes de efecto. Lo realmente importante hoy es que se perfilan coincidencias sobre los puntos decisivos, como el de que fuerzas y observadores de la ONU deberán ayudar en la transición. Las dificultades surgidas entre fuerzas camboyanas no deben cerrar la perspectiva de una solución pacífica, impulsada por poderosas corrientes que hoy dominan en el mundo.

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