La paranoia crítica, como teoría y praxis
Estoy muy lejos de conocer una mínima parte de la bibliografía daliniana (sobre Dalí, no de Dalí), pero en la que me ha sido factible conocer estoy por asegurar que o existe muy escasa referencia a la teoría de la paranoia crítica o se- hace una mera alusión a ella , como si se tratase de un puro juego conceptual del propio Dalí.La paranoia crítica es lo contrario de la, disociación. La disociación del sujeto -disociación controlada- entre el sujeto que hace de pintor, escritor, músico, poeta, filósofo, etcétera, y el sujeto que antes que eso es sujeto de la norma constituye una exigencia perenteria de la vida burguesa (y pequeñoburguesa). No se conoce poeta que haga poesía de su vida, porque sencillamente perece: la poesía es una cosa; su vida, otra. Por eso señaló Freud que la biografía de cada cual es un comproiniso con la mentira, el disimulo, la hipocresía... La paranoia crítica, por el contario, es la crispación de un sujeto, Salvador Dalí i Domenech, para el logro de su unidad: ser lo que hace, hacer como se es. Precisamente lo opuesto de ese desdoblamiento que caracteriza nuestras vidas, vidas decepcionantes por cuanto no somos como decimos, no hacemos como decimos que somos. Dalí entrevé que el surrealismo bretoniano es pura filfa, un excepción más de la burguesía, y se le hace notar por quienes le rodean (Buñuel, Lorca, sobre todo, y para siempre, Gala) que él es el auténtico surrealista porque vive el surrealismo. El manifiesto bretoniano define el surrealismo como el "automatismo psíquico puro, por el cual se intenta expresar verbalmente o por escrito, o por algún otro camino, el proceso real del pensamiento, libre de cualquier control de la razón y de cualquier preocupación estética o moral".
El escándalo daliniano ante los mismos surrealistas de la primera generación estriba, me parece, en que Dalí, sencilla y llanamente, lleva a término -ya era un surrealista avant la lettre- el propio manifiesto. Dalí se propone hacer, pero también vivir de manera surrealista, y en este sentido tiene toda la razón cuando proclama: "El único surrealista soy yo".
Proponerse vivir de determinado modo está en el límite de la simulación. La diferencia entre la simulación de una vida y la que no lo es estriba en lo siguiente: en la vida simulada se vive como si, de modo que, a poco que se profundice en el simulador, se apercibe uno que esa vida es tan sólo una forma epidérmica de vivir, de la que se despoja, por incómoda, en cuanto cesan las inmediatas demandas sociales que le hacían adoptar esta aparente forma de vida. En la vida no simulada el sujeto adopta vivir en serio el personaje que se inventa; salvo él, todos los demás sabemos de su invento, pero ello no le resta, antes al contrario, dramatismo alguno al hecho de vivirlo. El paranoico se inventa un falso self, una falsa identidad; deja de ser el que era para vivir como se cree de verdad que es. Y eso es justamente lo dramático del loco: la seriedad con que vive su falsa identidad.
El componente crítico de Dalí es éste: a propósito, en vez de vivir un personaje creyéndome que lo soy y, por tanto, viviendo en el error, o viviendo en la mentira al hacer ante los demás como que me lo creo, inventaré mi personaje y viviré como ese personaje debería vivir. "Estas reflexiones", dice Dalí, "me proporcionaron los elementos de mi primera consigna, aquella que debería convertirse, andando el tiempo, en el lema de mi vida: 'La única diferencia entre un loco y yo es la de que yo no estoy loco'". "Federico Nietzsche", añade Dalí, "se inventa un personaje y se lo cree, por lo que me formé ya mi concepto de Nietzsche. ¡Se trataba de un hombre débil que había tenido la debilidad de volverse loco!". Dalí sabe con la máxima lucidez que su personaje es un invento, y controla perfectamente su invento. A diferencia del loco, jamás se le desmanda el personaje inventado. A diferencia del simulador, jamás dejará de ser ese invento.
En la teoría freudiana de la paranoia los contenidos que afloran a la conciencia del sujeto proceden, sin control, de su inconsciente. Dalí va a respetar la procedencia de los contenidos, pero, al contrario que el paranoico acrítico (para eso él es paranoico pero crítico), controlará ese material inconsciente y lo convertirá, por ejemplo, de mierda en dólar (ver Diario de un genio).
Ahora bien, este material inconsciente que aflora en los sueños, en nuestras fantasías más primarias, está construido a expensas de un lenguaje ¡cónico. El lenguaje del inconsciente no es un discurso verbal, sino analógico, pura semántica de escenas. Ésa es la gran coyuntura de Salvador Dalí, su buena suerte, la que le ha de permitir vivir de manera surrealista y, además, ofrecernos el surrealismo de modo prístino: en forma de imágenes, como un discurso, eso sí, controlado, del inconsciente daliniano.
Babelia
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