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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pan y 'perestroika'

LA NOTICIA oficial de que la cosecha de 1988 en la URSS no superará los 195 millones de toneladas, o sea 40 millones menos de los planificados, reviste una gravedad indudable para la política de Mijail Gorbachov. Todo indica que las causas principales son naturales: sequía en el Volga e inundaciones en las repúblicas del Asia central.Pero las consecuencias para la perestroika van a ser muy negativas en dos aspectos esenciales. Por una parte, la URSS deberá dedicar mayor parte de sus divisas a la importación de alimentos, disminuyendo con ello los fondos disponibles para las compras de tecnología avanzada. Por otra, una cosecha tan mala se traducirá en un empeoramiento del suministro de alimentos a la población, sin duda el problema número uno, como ha reconocido el propio Gorbachov en un reciente discurso. Los soviéticos viven acosados por la necesidad de buscar como sea, con colas interminables, los productos esenciales. La glasnost permite por lo menos que la Prensa reconozca que sigue habiendo penuria y colas. Las esperanzas de una mejora efectiva, consustanciales con la perestroika, no se materializan cuando los soviéticos van a la compra. Es el verdadero talón de Aquiles de la reforma, y si las cosas no cambian, el descontento popular puede ser una gran baza para los enemigos de Gorbachov.

La perestroika, que ha tenido efectos positivos indudables en el orden político, informativo y cultural, muestra en el ámbito económico unos pobres resultados. Muchas de las medidas adoptadas para reforzar la autonomía de las empresas son frenadas con trabas burocráticas que se mantienen contra viento y marea. Han surgido empresas privadas con una productividad muy superior a las estatales, pero en pequeña escala y sin afectar, por ahora, al cuadro general. En la agricultura se tomó la decisión -en el pasado agosto- de arrendar tierras a largo plazo (hasta 50 años) a los campesinos, buscando un resurgir de la explotación familiar, mucho más rentable. Una gran parte del aparato, del partido y del Estado, bloquea el cambio. El que Ligachov sea responsable en el Buró Político de la agricultura puede debilitar su peso político global -lo que sin duda interesa a Gorbachov-, pero no es una ayuda para la reforma agraria.

En todo caso, la transparencia ha sacado a la luz realidades económicas ayer escondidas. Se discute abiertamente del déficit presupuestario que, según el economista Shmeliov, alcanza la fabulosa suma de 100.000 millones de rublos. Gorbachov ha destacado que el problema es gravísimo y, por primera vez, ha reconocido que la URSS necesita, por imperativos económicos, una reducción de sus gastos militares. Ello confirma que sus iniciativas de desarme se deben, en parte, a exigencias de la situación interior. Un hecho que no las desvaloriza, más bien lo contrario.

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La perestroika económica se encuentra en una especie de círculo vicioso. Si se aplicasen medidas como la reforma del sistema de precios -pedida por algunos economistas gorbachovianos-, el coste para la población sería alto, con los consiguientes riesgos en el plano político. Por eso la reforma de los precios aún no se ha hecho, ni se ha fijado fecha para hacerla. Pero sin medidas de ese género, el aparato centralista sigue teniendo resortes que le permiten anular o deformar los avances hacia la liberalización y la independencia empresarial. Seguir así es peligroso para Gorbachov, porque el soviético de a pie no percibe ninguna ventaja de la perestroika. Las elecciones de marzo marcarán un cambio profundo en el sistema político y darán a Gorbachov mayores poderes. Quizás entonces adopte una actitud más resuelta para salir del pantano económico.

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