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Macciocchi o la aventura de una Europa sin fronteras

Hace unos 10 años, de la buena mano, y lamentablemente desaparecida, de El Viejo Topo, se introducía en nuestro mundo intelectual una obra crítica y de perspectiva plural sobre el fascismo europeo de los años treinta. Maria Antonietta Macciocchi, desde su barricada comunera y universitaria de París-Vincennes, coordinaba reuniones y seminarios: lo que más tarde en forma de libro se concretaría en sus Elementos para un análisis del fascismo. Un dato importante de nuestra historia contemporánea servía así de punto de partida crítico para construir una Europa liberada de la irracionalidad, de la violencia y del miedo. A partir de entonces, Macciocchi, con sus viajes fugaces, con sus incisivos artículos, estará ya muy presente en nuestro país: su radicalismo humanista, su anticonvencionalismo militante y agresivo, su feminismo atípico, de alguna forma, se nos harán casi familiares.No es fácil hacer una semblanza ordenada o académica de una vida y de una obra, afortunada e inteligentemente desordenada y libertaria: clásicos y modernos, la vieja Europa medieval y la nueva Europa racional e ilustrada, Irán y China, y sobre todo viajes y conversaciones, configuran un continuum incansable de lucidez, provocación y también alquimia. Todo se entremezcla en ella mediterráneamente: su adolescencia garibaldina, nunca acabada, de resistente y partisana, y su pasión irreductible marcarán su proyecto intelectual y vital, aliter un humanismo solidario y libre, en contra de reducciones y de fronteras interiores y exteriores. Por ello, sin pretensiones sistemáticas, tres coordenadas indicativas nos pueden ayudar a la comprehensión de esta personalidad compleja: contradictoria y asilvestrada para unos, independiente y tierna para otros, y para todos entusiasta y polémica.

En primer lugar, entender la política como ética de compromiso social e intelectual. Su oposición frontal a la dictadura mussoliniana tendrá un corolario de ruptura y compromiso: su adhesión al Partido Comunista Italiano, su devoción gramsciana, constituirán una fase importante de su vida. La idea de liberación se amplía rompiendo fronteras: Irán en lucha (1952), Primeros escritos sobre China (1954). Liberar es liberar planetariamente. Maria Antonietta, con su maleta, recorrerá países, tomará el pulso de sociedades lejanas y exóticas, hablará y discutirá con grandes personajes de la política y de la cultura. Como Edgar Morin, otro converso imaginativo y fértil, Maria Antonietta entendía entonces Europa como reducción y limitación, como la expresión tecnocrática de la lógica del capital.

Autocrítica

En segundo lugar, su etapa de revisión autocrítica, de agitadora cultural y de parlamentaria europea radical. Gramsci y Althusser serán dos ejes críticos, entre la contradicción y la paradoja, para llevar a cabo su replanteamiento vital: ilusión y desencanto del mayo de 1968; protesta, proceso y ruptura con el comunismo italiano (Dopo Marx, abril 1978). Al mismo tiempo, combina vida universitaria y vida política parlamentaria. Su reconversión europeísta, la fijación de las constantes humanistas europeas, no queda cristalizada en la relectura de los clásicos, sino también en su activismo proselitista: Macciocchi, como otros dos cualificados italianos, Spinelli y Albertini, se integran en el bloque progresista por una Europa abierta y sin fronteras.

En tercer lugar, con su último libro, La mujer de la maleta, que se presenta ahora en España, Maria Antonietta rehace su balance intelectual y vital, revisa nuestra identidad cultural, histórica y actual. En cierta medida, nuestra amiga viajera expresa, junto al desasosiego colectivo de los últimos 50 años europeos, la necesidad fideísta de encontrar señas de identidad que afiancen tradición y modernidad: fascismo y antifascismo, optimismo revolucionario y desencanto privatizador, denuncia de los intelectuales orgánicos y elogio de la imaginación contestataria. Todo esto se perfila con ironía sutil, desenfado estival y optimismo tolerante. En el marco de estas contradicciones y tentativas de superación, la razón o el genio europeos van abriéndose caminos. Incluso, como provocación final y divertida, Maria Antonietta Macciocchi integrará misticismo, europeísmo y feminismo (la creencia gozosa, según ella, del papa Wojtyla en el daimon de la mujer) o su aventura anticipatoria de la Europa del Atlántico a los Urales.

Leer a Maria Antonietta Macciocchi es siempre, coincidiendo o discrepando, un lúdico ejercicio estimulante, un revulsivo que abre y amplía fronteras, un testimonio humano de comprensión y permanente lucha por la libertad sin cadenas.

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