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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de Bush

EL LEAL, silencioso y aburrido vicepresidente estadounidense de estos últimos ocho años sustituye hoy en la Casa Blanca a quien ha sido su jefe y mentor durante todo este tiempo, Ronald Reagan, un hombre destinado a dar su nombre a una época, según la nutrida especie de los historiadores de lo inmediato. Sin embargó, es muy poco probable que el nuevo presidente de Estados Unidos, George Bush, se limite dentro de unas horas a calzarse las zapatillas de Ronald Reagan y a proseguir su obra sin solución de continuidad. El reaganismo muere con Reagan, simplemente porque Bush no se parece a su predecesor en casi nada, porque son diferentes las circunstancias que caracterizan el principio de los mandatos respectivos y porque se ha puesto ya de manifiesto en estos meses del proceso de transición que el estilo de gobierno de uno y otro diferirá radicalmente.The New York Times dice de George Bush que es más un solucionador de problemas que un pensador visionario. Esto es probablemente cierto y, desde luego, no necesariamente perjudicial. Dentro de cuatro años, su éxito moral se medirá, entre otras cosas, por la desaparición de los aspectos más mezquinos de una forma insolidarla de entender la política y las relaciones sociales, por la revitalización del debate ideológico perdido o por la recuperación de una ética cívica que ha sucumbido a la codicia. Bush parece haber dado ya muestras de una mayor sensibilidad frente a algunos problemas acuciantes de la sociedad norteamericana: rebrote del racismo, degradación de la convivencia y del entorno.

George Bush llega a la presidencia apoyado en un sólido historial como hombre de negocios, como legislador, como embajador en dos ocasiones delicadas, como director de la CIA y, durante los pasados ocho años, como paciente y silencioso vicepresidente. Un verdadero wasp (la elite blanca, anglosajona y protestante) de la costa Este, un aristócrata de las finanzas a quien enseñaron de pequeño que la vanidad es pecaminosa, y la lealtad, la mejor de las virtudes. Dos características que casi acabaron con su carrera política cuando el mal olor del escándalo del Irangate a punto estuvo de pegársele a la chaqueta.

Puesto que la historia tiene la extraña manía de contradecir a quienes hacen profecías, el tiempo dirá cuál es el estilo de gobierno de George Bush, cómo se ajusta a las circunstancias de cada momento y de qué clase de carisma hará gala el nuevo mandatario desde el dificil asiento que empieza a ocupar hoy. El 9 de febrero se dirigirá al Congreso y explicará el programa de gobierno que pretende llevar a cabo para hacer de EE UU "una nación más amable, más bondadosa". Habrá que esperar hasta entonces para aventurar juicios. Pero lo que sí es seguro es que su obra se apoyará en el sólido y apacible establishment, esa extraña combinación de funcionarios objetivos y competentes, educados para el trabajo de la administración pública, olvidados y hasta despreciados por la anterior presidencia, a los.que Bush ha añadido algún selecto representante de las minorías.

Las vísperas de la toma de posesión no pueden ser más halagüeñas. Los mercados internacionales y el dólar han reaccionado al alza en los últimos días, en lo que parece una muestra de confianza en la nueva Administración. Y eso que una de las tareas más difilciles que le espera es hacer frente a la pesada lista de desequilibrios económicos que hereda.

En el exterior, Bush cuenta con un buen amigo en la sombra, Mijail Gorbachov. Pocos presidentes han llegado este siglo a la Casa Blanca con mejores auspicios de paz en el mundo. Sin megalomanía, y apoyándose razonablemente en los elementos externos que favorezcan la evolución de cada caso, el nuevo presidente debe ser capaz de encarrilar la situación en Oriente Próximo, apoyar la democratización de los sistemas políticos en África, Asia y Latinoamérica, y reconducir a niveles de respeto y de comprensión mutua las relaciones con Europa y Japón.

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