El riesgo de acudir al hospital
Miles de madrileños sufren en sus carnes las consecuencias de los errores médicos
Eduardo Pérez Clares, de 46 años, casado y con seis hijos, vecino del barrio de Los Cármenes protagonizó, muy a su pesar, un de esos casos que podrían mover a la sonrisa si no fuera porque son para llorar: le dolía la mano derecha, por una polineuropatía sensitiva-motora. Fue al hospital Clínico y le operaron del pie izquierdo. Al poco tiempo de salir del Clínico tuvo que irse a La Paz, donde por fin le operaron la mano, tal y como era su deseo "Sigo teniendo molestias en la mano, menos, pero en el pie es casi peor, porque me duele con frecuencia y noto como si tuviera menos sensibilidad", afirma. Eduardo, según Arturo Gallego director gerente del Clínico, no fue sometido a una operación quirúrgica, sino a una prueba para un diagnóstico posterior Sin embargo, afirma el paciente, le anestesiaron e intervinieron.
Antonio Barrio Moreno, vecino de Fuencarral, vio cómo dos dedos y medio de su mano derecha eran cortados por la guillotina que solía utilizar todos los días en su taller de artes gráficas. Sin dudar un instante fue a la residencia sanitaria La Paz para que le curaran y le reimplantaran los dedos lo antes posible. "Después de marcarme, me dijeron que no tienen servicio de microcirugía ni de reimplante de de dos, y que fuera a la clínica priva da de Asepeyo, y allí fui", afirma
En Asepeyo le reimplantaron los dedos. La operación le costó 340.000 pesetas, que pagó de su bolsillo, y entonces inició la batalla legal para conseguir que la Seguridad Social le reintegrara el coste de la operación. "Estaba en mi derecho, pero tardé más de un año en recuperar mi dinero". Todavía hoy tiene dificultades para utilizar la mano, "pero la tengo entera, y eso no tiene precio".
El caso de Andrea Rodríguez es todavía más dramático. Tanto ella como su marido están en pie de guerra contra el Hospital Clínico. Su marido padece una enfermedad que le produce la aparición de quistes en los testículos, que tiene muy hinchados, hasta el punto de que, según comenta Andrea, "no se puede mover, se los golpea al andar y tiene dificultades hasta para sentarse". Su marido sigue en lista de espera desde hace nueve meses.
La propia Andrea ha presentado una reclamación contra el Clínico porque ella misma lleva varios meses esperando una vacuna contra la polinosis que padece y que le produce "picores insoportables, estornudos, conjuntivitis y, en el mejor de los casos, un profundo hormigueo por todo el cuerpo".
"¿Es que les cuesta tanto darme la vacuna de una vez por todas?", se pregunta. El gerente del Hospital Clínico ha asegurado que hay una investigación para aclarar este tema.
Uno de los casos más graves es el que padeció la actriz Trinidad Alonso, de 61 años, domiciliada en la calle de Bravo Murillo, cuyo marido, Zalman Ber Doorkin, murió a las pocas horas de que un médico le recetara un laxante y un calmante. "El pobre estaba en la cama malísimo, con dolores horribles. Cuando vino el médico, que creo que se llama Juan, casi ni lo reconoció", recuerda. "Al poco de irse el médico, el estado de salud de mi marido empeoró, y a las cinco de la madrugada murió", añade. Hoy en día sigue sin conocer ni el nombre ni el número del colegiado que fue a su casa aquella aciaga noche de julio de 1986. "Estoy segura de que sus compañeros le protegen para que no vaya contra él", sentencia.
Este fallecimiento es sólo uno de los seis que se denunciaron a la UCM durante el año pasado. Entre ellos destaca el caso de un niño de 22 meses, Jonathan Ríos, que falleció por causas todavía no aclaradas el 14 de mayo de 1987, tras recibir tratamiento en el hospital del Niño Jesús.
No está tipificado
"Ya está bien con tres hijos", pensó en 1984 Gervasia Barba, de 35 años, vecina de Móstoles, cuando decidió dar el paso adelante. El médico le recomendó el remedio infalible: la extirpación de las trompas.
"Ya está bien con cuatro hijos", dice ahora Gervasia, mirando a Cristian, que nació en 1987. El doctor Juan José Vidal Peláez, autor de la operación, no se explica lo ocurrido. "Le dije a Gervasla que había una posibilidad entre un millón de que se quedara embarazada", afirma, "y lo que ha sucedido es increíble, tanto que su caso ha aparecido en la prestigiosa revista Acta Escandinávica Ginecológica como un hecho excepcional".
Vidal Peláez no quiere hablar de negligencia, sino de "auténtica mala suerte", aunque reconoce que Gervasia Barba tiene derecho a una indemnización.
El médico atendió a la paciente durante su embarazo indeseado, sin.que en ese momento la mujer le planteara reclamación alguna. Después le perdió la pista. A su vez, Gervasia Barba se perdió entre abogados y papeleos, hasta que denunció el caso a la Unión de Consumidores. La mujer ni se plantea una nueva operación para evitar el posible quinto hijo: "Nunca en la vida, no quiero saber nada de médicos".
Gervasia reclamó a la dirección general del Consumo, de la Comunidad de Madrid, y recibió una respuesta antológica: el 31 de agosto de 1988, la directora por delegación de los servicios de
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Protección al consumidor, Casilda Méndez, le contestó por escrito: "Le comunico que los hechos referidos no son constitutivos de infracción administrativa en materia de defensa de los consumidores y usuarios, al no estar tipificados como tales en la vigente normativa".
Otro embarazo imposible fue el de Delia Marcos, que se quedó preñada a los tres meses de efectuarle una vasectomía a su esposo, Miguel Pachón. El matrimonio presentó denuncia en el juzgado de Móstoles contra el doctor Verde Bauman, responsable de la operación. Según la denuncia, en la muestra del semen de Miguel Pachón que se realizó tras la operación no se detectó la presencia de espermatozoides. Después de conocer el embarazo de su mujer, se sometió a una nueva prueba en la que se comprobó la existencia de nada menos que cuatro millones de espermatozoides.
Otro caso peculiar es el de Arcendina Sanromán, vecina de Leganés, que salió chamuscada de un tratamiento de rayos ultravioleta en el hospital Doce de Octubre en noviembre de 1988. Sanromán tuvo que ser trasladada al centro de quemados de la Cruz Roja para ser tratada de las múltiples quemaduras, de las que aún no se ha recuperado.
Según el doctor Ángel del Vigo, jefe del servicio de atención al paciente del Doce de Octubre, la paciente presentó una reclamación en el propio hospital. La repuesta de la jefa del departamento fue tajante: que el tratamiento recibido por la paciente fue correcto y adecuado a sus características. Y asunto zanjado.
Un caso resuelto
Uno de los casos resueltos durante 1988 fue el presentado en el Insalud por Florián Calero Martínez, vecino de Leganés. El 14 de enero de 1987, Florián pidió los servicios de un médico de urgencia a domicilio para tratar a su hijo enfermo. El doctor González Cocharán se presentó en su domicilio en completo estado de embriaguez, según la denuncia. Florián negó la entrada al galeno y decidió presentar una reclamación. Ya en este año, Mercedes de Onís, directiva del Insalud, envió un escrito al reclamante en el que se disculpaba por este hecho y afirmaba que la ficha del citado doctor había sido eliminada del fichero del servicio de urgencias a domicilio, "por lo que en el futuro no se le volverán a ofrecer suplencias oficiales".
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