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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Segar la yerba

LA DETENCIÓN en Bayona de José Antonio Urrutikoetxea y otros dirigentes de ETA cubre de ridículo a quienes, demasiado apresuradamente, acusaron al Gobierno francés de pasividad culpable respecto al terrorismo vasco. La importancia de estas detenciones es evidente, aunqu-e no garanticen, en sí mismas, el fin de la violencia. Si algo ha demostrado la experiencia de la última década es que el fenómeno terrorista no puede ser abordado desde visiones simplistas: ni existen atajos milagrosos tipo GAL, ni el asunto puede resolverse simplemente con exhortaciones a la buena voluntad, al margen de la actuación policial a ambos lados del Bidasoa.ETA ha sido derrotada políticamente, pero no todavía en el aspecto operativo. Por razones psicológicas comprensibles en una organización que se proclama explícitamente militar, ETA no asumirá su derrota política -extrayendo la conclusión de que sólo queda negociar una retirada honrosa- en tanto no esté muy debilitada desde el punto de vista operacional. De ahí que fuera tan importante su descabezamiento. Por ello, el desmantelamiento de la cúpula de ETA en Francia era y es, si no causa suficiente, paso necesario en todo caso, y muy importante, para acabar con la violencia.

La derrota política de ETA se manifiesta ante todo en el fracaso de su estrategia desestabiliz adora de las instituciones democráticas: puede seguir sembrando el dolor, pero no, como hace unos años, paralizando la vida política vasca o determinando las actitudes del Gobierno central en materia autonómica o en otros terrenos. Esta derrota de ETA se ha manifestado últimamente en otros tres aspectos: en el contexto internacional, en la relación con el nacionalismo vasco democrático y en el reflejo de sus acciones en la opinión pública de Euskadi.

La actitud de las fuerzas de seguridad francesas es sólo una reverberación del cambio operado en la sensibilidad de la opinión pública de ese y los demás países democráticos, ante la que los terroristas han perdido cualquier credibilidad. Además, la coyuntura internacional en su conjunto, incluyendo los avances hacia la integración europea, juega en contra de las expectativas de los terroristas. El neto pronunciamiento de los partidos nacionalistas vascos contra la pretensión de ETA de actuar implícitamente en nombre de la mayoría de la población de Euskadi ha segado la yerba bajo los pies de los terroristas, que se han encontrado sin discurso alternativo. Finalmente, la pedagogía aplicada por los partidos nacionalistas democráticos ha acabado reflejándose en las actitudes individuales de los ciudadanos de Euskadi: excepto en algunas localidades concretas, el miedo ha dejado de ser un factor decisivo del comportamiento de los vascos ante ETA. De una reciente encuesta del Gobierno vasco se deducía que el 83% de los vascos considera deseable que ETA abandone las armas. El porcentaje es sensiblemente igual al de los votos de los partidos firmantes del pacto de Ajuria Enea, hace un año. Esa adecuación no se daba antes, por lo que cabe deducir, de una parte, que el mensaje pacificador ha calado en la población, y de otra, que ha aumentado la identificación de los ciudadanos con sus dirigentes políticos.

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Por ello mismo resulta doblemente inexplicable la actitud de Garaikoetxea de negarse a participar en la reunión convocada con motivo del primer aniversario de dicho pacto. Su argumentación de que no se ha avanzado lo suficiente en lo relativo al desarrollo autonómico resulta moralmente inadmisible: no existen razones que justifiquen los asesinatos de ETA y, por tanto, resulta indecente supeditar su repudio a cualquier clase de planteamiento ideológico, político o partidista previo.

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