Sergi Belbel, el primero de la clase

En los papeles he leído que Sergi Belbel está de moda. Lo que en teatro equivale a haver begut oli: mañana o pasado mañana se olvidarán completamente de él y lo sustituirán por otro, por otra moda.En el teatro lo importante es mantenerse, y, por desgracia, ese mantenerse hay que demostrarlo en cada estreno: si fallas uno, kaput, ya estás perdido.

La cosa es así de bestia, el escenario (los compañeros) y la platea te engullen en un santiamén.

Belbel lo sabe muy bien, y la noche del pasado lunes, cuando salió a saludar, con todo su equipo, requerido por los aplausos de sus amigos y compañeros de docencia -Belbel es, desde el pasado mes de septiembre, profesor del Institut del Teatre-, puso una cara de niño bueno, de niño que no ha roto un plato en su vida, como sorprendido por aquellos aplausos y, en cierto modo, como pidiendo humildemente perdón por los mismos.

Tranquilo, Belbel, tranquilo. Lo del lunes no fue propiamente un estreno, un estreno en el que te la juegas. El estreno será dentro de unos días, cuando el Centre Dramátic de la Generalitat de Cataluña presente en el teatro Romea tu obra Elsa Schneider (Premi Nacional de Teatre Igasi Igiésias 1987), lo del lunes no pasó de ser un ejercicio más de Sergi Belbel, el primero de la clase.

Brillante ejercicio de un chico -Belbel cuenta tan sólo 25 años- que se sabe su griego y su latín, es decir, su Beckett y su Pinter.

Y se los sabe muy bien, hasta el punto que su ejercicio, por lo del déjà vu -y entendu-, invita, por momentos, a dar una cabezadita, y más cuando uno se entera, por el programa, que se trata de una producción del Centre Dramàtic d'Osona que dirige Lluís Solà, uno de los intelectuales del teatro que más agradables siestecitas ha deparado a este crítico.

Ejercicio sobre el miedo

En companyia d'abisme -ejercicio sobre el miedo, el pánico de dos seres abisales que se encuentran frente a frente, mientras pasan la maroma de las frases hechas, donde cada palabra es un nudo que puede hacerles perder el equilibrio-, se merece un 10.Pero nada descubre, a parte de sus gustos y de su aplicación, sobre lo que será el mundo dramático del autor Sergi Belbel; aquello que al cuarto de hora de verlo y escucharlo te haga exclamar ¡Voilà du Belbel!, la gran esperanza blanca del teatro catalán.