La 'intifada' ceIebra un año con una huelga general
Más de 300 muertos, 20.000 heridos, otros tantos detenidos, miles de horas de trabajo perdidas en huelgas, decenas de escuelas cerradas y el futuro de una generación hipotecado en el empeño es el coste humano y económico pagado por la población palestina por la sublevación en los territorios ocupados -la intifada-, que cumplió ayer un año. A pesar de los intentos de las autoridades israelíes por desanimarles -por cansancio-, los cerca de dos millones de palestinos de Gaza y Cisjordania y gran parte de sus hermanos palestinos israelíes se sumaron, por segundo día consecutivo, a la huelga general convocada por los líderes de la intifada para conmemorar el comienzo de la revuelta.
El amplio despliegue policial del ocupante impidió grandes manifestaciones. A última hora de la tarde, los diversos incidentes que se produjeron en Cisjordania causaron seis heridos, según indicaron fuentes palestinas; el Ejército prohibió el acceso de los periodistas a las ciudades de esa región. La franja de Gaza continuaba bajo el toque de queda indefinido decretado la víspera Las comunicaciones telefónicas desde Jerusalén estaban también cortadas. No hubo lugar para manifestaciones espontáneas. El Tsahal (Ejército israelí), sorprendido en los inicios de la revuelta por el cariz de ésta, no quiere más situaciones imprevistas.Oración del viernes
Por la mañana, como cada viernes, el almuédano de la mezquita de Omar llamó desde su alminar a la plegaria. Decenas de cientos de fieles acudieron a la oración, que transcurrió sin incidentes. A la salida, las kufias de los palestinos se cruzaban con los cascos de las fuerzas antidisturbios, que crecían por momentos. La presencia policial parecía excesiva la juzgar por el silencioso discurrir de los fieles que enfilaban las callejuelas vacías de la ciudad vieja. Dentro, aún se produjeron algunos incidentes. Gritos de "Palestina independiente", eslóganes de apoyo a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y a su líder, Yasir Arafat. La disuasión israelí hizo su efecto y la explanada de Al Aqsa fue quedando vacía.
La apariencia que en estos días adquiere la intifada no parece corresponderse con ese sentimiento de éxito que transmiten los palestinos; sin embargo, sería un error cifrar todo su triunfo en los incidentes diarios que pacien temente van apuntando en pe queñas oficinas semiclandestinas los niños de las piedras. Saben que la nueva etapa empieza a deja atrás eso y apuestan por el trabajo diplomático de los veteranos.
Tras haber jugado la que él llamaba su "última carta", el reconocimiento de Israel, no parece que Arafat pueda hacer mucho más. Cabe esperar, eso sí, nuevos respaldos al Estado independiente que, como el del primer ministro sueco, permitan traducir la corriente de simpatía internacional por la causa del pueblo palestino en hechos políticos concretos, especialmente después del discurso de Arafat en la Asamblea General de la ONU, que se eelebrará en Ginebra el próximo martes. La diplomacia de la OLP no ceja. En Praga se ha desarrollado estos días un simulacro de conferencia de paz sobre Oriente Próximo al que han asistido representantes no gubernamentales de todas las partes implicadas. Apenas se trata de un ensayo, pero mantiene abiertos los canales de comunicación.
Las autoridades israelíes, por el contrario, enfrascadas en una embrollada crisis política que impide la formación de un gobierno, cierran la puerta a cualquier posibilidad de diálogo. Así, lo que la comunidad internacional califica de posturas más moderadas de la OLP y disposición a negociar es interpretado, a la luz de los gobernantes de uno y otro signo en este país, como una proyección de los medios de comunicación fruto de la mejora de la retórica y de la propaganda palestinas. Aún así, importantes sectores de la población israelí se muestran preocupados y reconocen la necesidad de entablar algún tipo de conversaciones.
"Las resoluciones de Argel han mejorado el punto de partida de la OLP para un eventual diálogo con Estados Unidos, tal como era su objetivo", aseguraba el jueves a varios periodistas un ex consejero para Asuntos Árabes de la oficina del primer ministro. Y el general retirado Amos Gilboa, como muchos judíos israelíes, se niega a aceptar que la renuncia de Arafat al terrorismo sea sincera.
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