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Seineldín sigue al mando de los rebeldes en Argentina

CARLOS ARES El coronel Mohamed Alí Seineldin, cabecilla de las tropas sublevadas el pasado viernes en Argentina, continuaba anoche amotinado en el Batallón de Logística situado en el barrio bonaerense de Villa Martelli, a unos 20 kilómetros del centro de Buenos Aires. Seineldín presidió una formación de cuadros militares y aseguró, en declaraciones a la Prensa, que no abandonará el mando de la unidad hasta que se cumplan sus condiciones. Los oficiales intermedios del Ejército de Tierra argentino le respaldan y aguar lan el pase a retiro del general José Caridi, jefe del Estado Mayor, y su reemplazo por el general Isidro Cáceres.

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La brisa, tras el sofocón

Dos diputados nacionales, Miguel Monserrat, del Partido Intransigente, y el democristiano Alberto Aramouni -integrado al peronismo-, se personaron a la guardia del citado cuartel a las ocho de la noche (once de la noche, hora peninsular española) y fueron recibidos por un mayor (comandante) de apellido Silva, que les confirmó que Seineldín era el jefe y que "nada ha cambiado". Por su parte, el Ministerio de Defensa informó, en un comunicado oficial, leído a las 20.50 (23.50) que el jefe de los sublevados, sería "trasladado" y arrestado" cuando concluyera con la tarea ordenada -entrega de armas y tropas- y que continuaba la reorganización de los mandos".Las guardias fueron reforzadas en el cuartel de Villa Martelli y dos suboficiales pincharon los neumáticos de los camiones enviados por el juez federal Alberto Piotti para que recogiera a los comandos de la Prefectura Naval que se sumaron el viernes a las trupas de Seineldín. En Mercedes, a unos 100 kilómetros al oeste de Buenos Aires, el mayor Hugo Abete aclaró también que estaba a las órdenes del coronel Seineldín y que se mantenía en su puesto al frente del Regimiento 6 de Infantería.

Los diputados Monserrat y Aramouni resolvieron informar urgentemente a la Cámara y luego entrevitarse con el presidente, Raúl Alfonsín, para pedir explicaciones, dijeron, de "por qué se oculta la verdad al pueblo".

El protagonista del comic de ayer fue el general Caridi, quien recibió el domingo el rotundo elogio y el agradecimiento público del presidente Alfonsín por "cumplir las órdenes", pero debe responder ahora al pacto que firmó con Seineldín y del que fue testigo el general Cáceres y otros oficiales. Alfonsín, en su condición de comandante en jefe del Fuerzas; Armadas, le ratificó la confianza y lo conformó en su puesto, el domingo por la noche Seineldín, en cambio, aguardaba ayer la renuncia de Caridi.

El Gobierno inició una ofensiva política por todos los medios de comunicación para tratar de despejar las dudas que han que dado en la opinión pública. Los diputados, senadores y funcionarios radicales insisten en que "no se concedió nada de lo que pedían" los sublevados. Pero nadie habla de "rendición" ni de "prisión" de los rebeldes. El Estado Mayor General del Ejército aseguró que la situación es de "calma y normalidad" en todas las unidades.

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En la madrugada de ayer estalló una bomba, que no produjo daños importantes, en la sede del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, donde funciona el máximo tribunal de justicia militar y en la que se sigue, entre otras, la causa del golpista Aldo Rico.

Incredulidad

La incredulidad se manifestaba en los periódicos del día, que informaban sobre el "cese de la rebelión" y se remitían al comunicado oficial del Ejército. Todos ellos agregaban a continuación un texto de análisis que eran semejantes hasta en los títulos "Preguntas sin respuestas", dice Clarín, el periódico de mayor circulación, y "preguntas" se hace en portada Página 12, un matutino que se destaca por su buena información política y militar.

El diputado radical Federico Storani, líder de los sectores progresistas del Gobierno, admitió que él también tenía dudas "sobre el futuro", pero no "de lo que pasó en estos días porque estuve siempre al lado del presidente y nadie me puede contar a mí lo que ocurrió. No se aceptó la ley de amnistía, tampoco una enmienda a la ley de obediencia debida, ni la suspensión de los juicios pendientes, ni la terna de generales que proponían para reemplazar a Caridi. Yo reconozco hoy que quizá en la Semana Santa de 1987 se hicieron algunas concesiones, pero esta vez no".

Disueltas las nubes de gases lacrimógenos que la policía y las tropas sublevadas lanzaron contra los miles de ciudadanos que se manifestaron en las cercanías del cuartel de Villa Martelli, quedaron tendidos allí tres muertos . Dos civiles y un policía.

Los partidos políticos con representación parlamentaria firmaron un documento conjunto en el que se comprometen a "no negociar". La dirección del peronismo, en reunión de urgencia la medianoche del domingo, ratificó su lealtad "incondicional" al sistema y al Gobierno, pero advirtió que "no apoyará" ninguna amnistía, ni pactos que vulneren las decisiones de los jueces".

La versión oficial de los hechos no revela contradicciones en, el relato de los distintos protagonistas. La mayor tensión se produjo entre las 18.30 y las 19.00 horas del sábado, cuando el general Caridi admitió que no podía reprimir a las tropas sublevadas. La infantería no obedecía sus Órdenes y debía consultar con unidades de artillería y caballería. Caridi presentó la situación de un modo tal que "sugería " aceptar las demandas de Seneldín. Fue entonces cuando el presidente dijo nuevamente "no" y resolvió convocar a una reunión de mandos para saber si las otras fuerzas respondían.

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