Una tímida reforma
EL RECIENTE congreso del Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia viene a confirmar una tendencia en virtud de la cual las asambleas dedicadas a la mera aprobación de resoluciones y a ovacionar a un líder indiscutido están pasando a la historia incluso en los países gobernados por un partido único. El pluralismo termina por penetrar incluso en las sociedades cuyos regímenes lo han rechazado de forma tajante. En el congreso del FLN argelino se han enfrentado claramente los delegados reformistas y los partidarios del inmovilismo y el nivel de publicidad de los debates ha sido muy estimable.Había razones profundas para que surgiesen novedades en el congreso argelino. En el pasado mes de octubre se produjeron multitudinarias manifestaciones juveniles y populares contra el hambre y pidiendo libertad. La represión alcanzó tal brutalidad -hubo cientos de muertos- que el propio presidente Benyedid reconoció que Argelia se precipitaba hacia el abismo. Sólo un cambio político, sensible a lo que el pueblo pedía, podía evitar la catástrofe. Tal ha sido el objetivo del congreso, precedido de un referéndum gracias al cual Benyedid ha recuperado una parte de su prestigio y ha dado los primeros pasos de una descentralización de las funciones estatales.
Desde octubre, numerosos sectores de la vida argelina, especialmente los medios profesionales y la Prensa, han ejercido presiones en favor de la democratización política. Sin embargo, las reformas adoptadas por el congreso han quedado por debajo de las esperanzas y provocarán no pocas decepciones. Benyedid ha logrado, con el apoyo de los militares, derrotar la resistencia inmovilista de la burocracia del FLN, defensora celosa de sus privilegios y de un dogmatismo ideológico arcaico. El paso decisivo para debilitar a esa burocracia fue la destitución de Cherif Messadia, realizada antes del congreso. Ya en 1983, éste se había opuesto a las primeras reformas de Benyedid. Pero siguió al frente del FLN y pudo sabotear su ejecución. Esta vez, un equipo nuevo deberá aplicar lo aprobado por el congreso.
El inmovilismo ha sido derrotado, pero el reformismo que ha triunfado es tímido y vacilante. El FLN no deja de ser partido único, si bien debe cambiar de carácter, volviendo al que tuvo en otras épocas, un "frente" con diversas corrientes o "sensibilidades" en su seno. Tal transformación no es fácil, porque el FLN es hoy un aparato jerárquico y burocrático fundido con el Estado. Por su naturaleza misma, es incompatible con el debate interno y el pluralismo. Flexibilizarlo es desmontarlo. ¿Se irá por ese camino? Otras reformas pueden tener una efectividad más inmediata: una mayor libertad para la Prensa y la posibilidad de que existan organizaciones sociales y profesionales no supeditadas al FLN pueden permitir cotas de pluralismo desconocidas hasta ahora.
Porque, con vistas al futuro, el tema decisivo es el pluripartidismo. Benyedid lo ha tratado de forma ambigua: lo considera peligroso hoy, pero no lo descarta en el porvenir "si el pueblo lo pide". Ahora bien, ¿cómo podrá el pueblo manifestar su opinión sin un debate libre entre diversas opciones? A esta pregunta el congreso no da una respuesta clara. No desaparece la amenaza de que siga abriéndose ese abismo entre la sociedad y la capa gobernante que tanto daño ha causado al Estado argelino nacido de la lucha por la independencia. La Argelia de hoy ya no es la de hace 20 años. Cuenta con sectores preparados para asumir con responsabilidad las tareas de la modernización, pero para ello necesitan un marco político de participación democrática. El futuro dirá si el VI Congreso del FLN, aunque sea con timidez, ha abierto una vía en esa dirección.
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