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Un grupo de autores plantea los problemas de la escritura

En Madrid se ha celebrado un simposio sobre 'Técnicas narrativas'

El simposio Técnicas narrativas, organizado por la universidad Complutense (facultad de Filología) y el Ayuntamiento de Madrid, bajo la dirección de Marina Mayoral, finalizó el viernes. A lo largo de cuatro días y cinco sesiones intervinieron Montserrat Roig, José Luis Sampedro, Javier Marías, Soledad Puértolas, Eduardo Mendoza, José María Merino, Carmen Riera, Marina Mayoral, Juan José Millás, José Luis Méndez Ferrín, Luis Mateo Díez y Paloma Díaz Mas como narradores, y Darío Villanueva y Germán Gullón como moderadores.

En total, más de 12 horas, a lo largo de las cuales se dieron cita algunos (otros no, como algún espectador hizo notar) de nuestros más importantes narradores con objeto (le comunicar, a un público formado mayoritariamente por estudiantes, su experiencia en lo que al planteamiento y solución de los problemas formales ded la escritura de la escritura se refiere. Salvo excepciones, el novelista tiende a hablar en imágenes. Utiliza la terminología crítica con la inevitable desconfianza (o sencillamente ironiza sobre ella, como hizo Juan José Millás al final de su intervención) de quienes saben que lo que pueden ser útiles instrumentos de lectura y análisis tiende, sin embargo, a mostrarse del todo ineficaces frente al acto creativo: desentrañan la consistencia formal, no la provocan. Ello supone una expresión nada profesoral, más rica en general en comunicación que en información, y en consecuencia, la posibilidad de una comprensión más cercana al novelista en sí (a su manera de verse a sí mismo y a su obra) que al hecho literario como totalidad.Pero si Eduardo Mendoza, uno de los más requeridos por el público, se preocupó por su relación con los signos de puntuación, Luis Mateo Díez lo hizo por sus diálogos, o Paloma Díaz Mas, por la elección de los nombres de sus protagonistas, y en fin, si cada cual desarrolló su tema de manera más o menos personal o didáctica, lo cierto es que, al final, es posible extraer la lección de unas cuantas preocupaciones que nuestros novelistas parecen compartir con unanimidad.

Así, a lo largo de las distintas jornadas, varias cuestiones resultaron abordadas por ponentes y público con cierta sintomática insistencia. No fueron pocos los que declararon, al hablar de su modo de ir definiendo la materia novelística, sentirse mediadores o, como puntualizó Millás: "Transmisores de una generalidad que nos concierne a todos".

Otra de las cuestiones mencionadas en más de una ocasión fue la del punto de vista, la del lugar donde el escritor, a través de distintos recursos narrativos, situará a su lector para que lo narrado cobre la mayor eficacia posible. El tono fue invocado como uno de los elementos que definen la buena marcha de toda construcción literaria: el escritor confiesa no saber muy bien por dónde se anda hasta que no lo encuentra, y su miedo a contaminar, con su propia voz, la voz de su narrador.

La importancia de los personajes planos o secundarios, y del material digresivo, así como la necesidad de una diferenciación lingüística (verbal) entre personajes quedó de manifiesto en diversas ocasiones, lo que dio pie a preguntas sobre la indisciplina o resistencia de ciertos personajes a comportarse como el autor desearía. El gallego Méndez Ferrín tocó dos temas que hubiera merecido la pena poner en consideración del resto de los invitados: el de la inevitabilidad de la tradición (entendida como la mejor ruptura) y el tema de la literatura oral (abordado por Luis Mateo Díez) como una de las direcciones en que podría ampliarse el futuro horizonte literario.

Diálogo

El sistema de pregunta-respuesta, que los asistentes (en su mayoría estudiantes que parecían no ver en el acto más que una prolongación del aula) no se atrevieron a romper y los organizadores tampoco, bloqueó en más de una ocasión la posibilidad de un verdadero diálogo. Igualmente, se echó en falta la confrontación de ideas por parte de los ponentes. Tal vez hubiera sido bueno que los escritores invitados hubieran asistido a las comunicaciones del resto con idea de enriquecer un simposio que debería haber servido para sacar conclusiones.Hay que decir que el programa prometía que "la exposición de carácter práctico" se completaría con un análisis teórico de los mismos temas a cargo de especialistas", y que "el cotejo de ambas visiones" era uno de los objetivos del seminario. En general no fue así, a pesar del esfuerzo de los moderadores.

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