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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El terror

UNA SOCIEDAD con terrorismo es una sociedad enferma. En la noche de ayer, esta lacra que día a día se conforma como la gran asignatura pendiente de la transición política española, volvió a estar presente en Madrid, con todos sus componentes de sangre, crueldad, e irracionalidad. No cabe avanzar muchas hipótesis, por más que la sombra de ETA planee sobre este atentado, que ha podido constituirse como el más cruento en la larga historia de las hazañas bélicas de los asesinos que se presentan como un ejército de liberación nacional. Ni siquiera la reivindicación del hecho -en llamada a este periódico- por parte de un autodenominado Ejército Gallego evita la sospecha de los ejecutores de siempre, que conservan intacta la capacidad de matar indiscriminadamente.No hay más análisis político de urgencia que el de la condena y el de la utilización de todos los medios democráticos para evitar la provocación de quienes, desde siempre, han deseado suscitar respuestas pasionales de los aparatos estatales que legitimen a posteriori su barbarie. No existen para ellos los límites éticos o políticos a su brillante acción; la desolación es su fin, y coyunturalmente lo consiguen. No hay treguas ni parones en su filosofía de que, mientras la mayoría no acepte las exigencias de la minoría violenta, cualquier ciudadano, militar o civil, vasco o madrileño, político o apolítico, puede ser su próxima víctima.

Resulta insólito, sin embargo, que la demostración de eficacia de los bárbaros se haya podido producir en la sede de la Dirección General de la Guardia Civil, un edificio teóricamente más sensible al terrorismo que los demás. Es otro síntoma de la arrogancia de los violentos y, paralelamente, de los grandes fallos de la lucha antiterrorista.

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