Una orquesta para el pintor Lucio Muñoz

El pintor Lucio Muñoz, cuya espléndida exposición del centroReina Sofía concentra el sentido de su variedad, su unidad y su imaginación libre, vive muy cerca de la música y los músicos. Nada más lógico que un concierto como el del martes, en el que Fernández Guerra estrenó su Obertura en verde, Cristóbal Halffter repuso sus ya célebres Tiempos para espacios (transfiguración sonora del arte de Chillida, Sempere, Lucio y Rivera), Tomás Marco dio a conocer su ultimísima obra, Bastilles, y Albert Llanas estrenó en Madrid su Concierto para guitarra.

Siempre será problemático, cuando no equívoco, cargar las tiritas sobre la correspondencia entre colores y sonidos, entre pintura y música, ya que se trata de experiencias de diverso orden artístico y afectivo. Sin embargo, una cierta constancia de color en unión de un juego de relaciones puede hacernos la ilusión del trueque color-sonido. Los verdes que tanto ama Fernández Guerra podrían denominarse verdes Lucio y juegan en la motivación del músico madrileño (1952) un papel incitador. Así es su obertura: bella, equilibrada, contrastada y serena como los verdes de Castilla.

Marco logró, en homenaje a Lucio, que el Taller de Música de la Villa de Avray autorizara el preestreno de una partitura encargada con ocasión de las conmemoraciones de la Revolución Francesa del próximo año. Una vez más, Marco ha convertido el tema en símbolo, la anécdota -por importante que sea- en categoría artística. Por eso titula en plural, Bastilles, su bien pensada y desarrollada nueva composición-invención: hay una Bastilla primera en la historia que, entre otras cosas, dio su nombre a las mil bastillas sociales, políticas, artísticas y personales que cada día se presentan como posibilidad de asalto. Todas ellas, pasadas, presentes y futuras, movieron al músico madrileño (1942) a la hora de dar con forma, espacio y color: la línea de la que parte Marco se amplia y transforma en visualidad expansiva y se vivifica por las tonalidades.

Movimiento central

Entre el pasado y el presente, sin renunciar a ninguno de los dos -valores, nos habla Albert Llanas (Barcelona, 1957) en su concierto (muy bien interpretado por Carles Trepat), cuyo punto crítico y emocional reside en el movimiento central, con Juan Sebastián Bach como partida pero exclusivamente personal y sin mixturas convencionales tan al uso. Una vez más, Tiempos para espacios revalidaron el talento multidimensional de Cristóbal Halffter, capaz de hacer razón del instinto y libertad de la organización que preside y colorea el clave. José Luis Temes, que realizaba con los dos anotados el centenar de estrenos por él dirigidos, logró al frente del magnífico grupo instrumental Anton Webem versiones claras, exactas, bien entendidas y plenamente comunicativas. Un público que sobrepasaba la capacidad de la sala, parte del cual no pudo acceder al concierto, aplaudió calurosamente.