Habitación de triste ruido
Dicen que los conciertos del Palacio de Deportes empiezan a las nueve, pero es mentira. Y como la gente lo sabe, a las nueve allí no hay nadie, ni público ni artistas. Sólo hay una música espantosa, un ruido tristisimo sonando a todo sonar por los altavoces, y poniendo en peligro la ímparcialidad del crítico antes incluso de que empiece la función. Cuando va media hora de retraso, aquello parece animarse un poco, pero todavía hay que esperar un rato. Si esto pasa en un espectáculo de los que de verdad importan, como por ejemplo el fútbol, queman el campo. En el jazz no. En el jazz todo el mundo está acostumbrado, y nadie protesta.Miles Davis sabe de polideportivos ' porque tiene el número montado para estos reductos donde todo triste ruido hace su habitación. Al Palacio de Deportes de Madrid lleva viniendo ya cuatro años, los tres últimos seguidos. Esta vez ha traído como novedad trascendental unos humos que salen al principio mientras la música suena sola. Como el invento no resulta mal, aunque los humitos dan una tos terrible, da para pensar que la próxima vez se pueden quedar los músicos en casa, y eso que se ahorra la organización ahora que tanto la discuten por cuestiones de dinero.
Miles Davis
Palacio de Deportes. Madrid, 15 de noviembre
Luego ya salen todos, con Miles al frente, y esbozan In a silent way, para no variar. Esto de que los conciertos de Miles sean tan parecidos es acogido con división de opiniones. Los detractores argumentan que Miles se repite, y los partidarios que, aunque toque lo mismo, siempre tiene algo nuevo que decir, o nosotros algo nuevo que descubrir en lo que dice.
Al fin y al cabo, tanto da que Miles se repita. También el Miles acústico, por el que suspiramos muchos y yo el primero, tocaba siempre So what, Walkin' y My funny Valentine, y a todos les parecía de perlas excepto a unos pocos descontentos que le pedían que cambiara. Luego Miles cambió de verdad, y lo que sucedió fue que a esos pocos descontentos les dejó de gustar Miles., Ahora se sueña con un quinteto VSOP donde Miles vuelva a juntarse con Wayne Shorter, Herbie Hancock, Ron Carter y Tony Williams para tocar, ¿qué? Pues So what, Walkin'y Myfunny Valentine.
Ese quinteto soñado está cada vez más lejos, y el Miles de hoy no parece cansarse de repetir Time after time y Human nature. Pero también el Moderri Jazz Quartet repite Django, y Dave Brubeck Takefive, y Sinatra Extraños en la noche.
Papel secundario
Dicen algunos que Miles toca cada vez menos, pero con lo pesados que se ponen algunos músicos, el laconismo se está haciendo más y más virtud. Para no tocar siempre él, Miles lleva un guitarrista bajo o un bajo guitarrista que se llama Joseph Foley McCreary y desmiente con su aspecto rastafariano ese nombre de pintor prerrafaelista. Hace este chico unos solos tan lancinantes y taladradores que seguro que, aplicados en el sitio oportuno, le quitan a uno las caries. También lleva Miles un saxofonista muy bueno, Kenny Garrett, lo cual es como llevar a Paderewski para que toque el baile de los pajaritos. Pese a este papel secundario, Garrett se movió con gracia y se ganó nuevamente el aplauso de la noche, nuevamente por su solo en Human nature. En el programa anunciaban otro saxo, pero no salió. 0 es que Miles no está tan viejecito, o es que el mentado saxo era el encargado de los humos del principio, y por eso no le vimos.Miles Davis explota el contraste de su frágil trompeta con la dureza de la banda, pero ésta, desde que se fue Bobby Irving, ha perdido mucha profundidad y se pasa casi todo el tiempo repartiendo leña. La única pincelada de color en el arriscado paisaje la pone la percusionista danesa Marilyn Mazur, menos por cómo toca que por el entusiasmo con que vive la música.
Babelia
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