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LA SUCESIÓN DE REAGAN

La Moncloa prefiere a Mike Dukakis

Salvo Madrid y Atenas, la CE 'vota' a Bush

Francisco G. Basterra

Hace unas semanas, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Roland Dumas, comentó informalmente en Nueva York que los europeos, los doce, se sentían muy cómodos con una eventual victoria de George Bush, con la excepción de España y Grecia, que preferirían, aventuró, a Mike Dukakis. Es posible -aunque la Moncloa claro está, nunca lo confirmará- que estos dos países mediterráneos, por diferentes razones, rompan la uniformidad de una preferencia por la continuidad con Bush al frente de Estados Unidos que se observa en la inmensa mayoría de las capitales mundiales.

Mijail Gorbachov ya se lo dijo recientemente al primer ministro italiano, Ciriaco de Mita: "Preferimos la continuidad con Bush y los republicanos". En Pekín, Deng Xiaoping se pronunció antes incluso a favor del actual vicepresidente. A Margaret Thatcher, lógicamente, no le cabe ninguna duda, como tampoco al canciller de la RFA, Helmut Kohl. François Mitterrand tampoco ve al gobernador de Massachusetts como un político de peso.La herencia griega de Dukakis y la presencia en el poder en Atenas de Andreas Papandreu, enfrentado con Washington por la renovación de las bases y en perpetuo estado de mal entendimiento con EE UU, en general, y la Administración de Reagan en particular, explica por qué el Gobierno socialista griego estaría encantado con Dukakis en la Casa Blanca.

El caso español es distinto, y las diplomáticamente retenidas preferencias por el candidato demócrata tienen su origen en Latinoamérica. Un Dukakis en la presidencia nos daría más margen de maniobra en Centro y Suramérica, según explicó a EL PAÍS una fuente diplomática española en Washington. "Nuestras posiciones serían mejor entendidas por una Administración demócrata". Dukakis difiere sobre todo de Bush en sus planteamientos hacia el Tercer Mundo, y específicamente hacia el subcontinente americano.

Frecuentemente cita a Felipe González como un político al que Washington debiera escuchar cuando habla de Centroamérica. Suele explicar cómo González le comentó asombrado que no entendía cómo EE UU, que ha hecho tantos esfuerzos por consolidar la Alianza Atlántica, no es capaz de hacer algo similar hacia el sur del Río Grande. El candidato demócrata a vicepresidente, el senador tejano Lloyd Bentsen, afirmó en su debate televisado con su rival republicano, Dan Quayle, que España debe ser escuchada y participar de alguna manera en la solución del conflicto regional en Centroamérica.

Dukakis promete acabar con la diplomacia unilateral de EE UU y dejar de hacer de llanero solitario en la escena internacional. Algo grato para los socialistas españoles y probablemente para una mayoría de la opinión pública de un país en el que el grado de antiamericanismo político, no sociológico, y de antireaganismo es posiblemente el más elevado de la Europa occidental.

Más diálogo y consulta

No más Granadas, no más bombardeos de Libia, no más operaciones encubiertas de desestabilización. Más dialogo y consulta con los aliados, respeto de la ley internacional y de organizaciones como la ONU o la Organización de Estados Americanos (OEA). Dukakis considera la política de Reagan hacia Nicaragua como "inmoral, ilegal y fallida". Bush continúa defendiendo a los contras, aunque su pragmatismo y un Congreso demócrata le harán, muy posiblemente, apoyar un arreglo diplomático.

Ni Bush, en sus viajes, que le han llevado a 72 países, ni Dukakis han estado en España Pero el candidato demócrata habla español, aprendido en el verano de 1954 en una estancia en Lima; envió a una de sus hijas a estudiar unos meses en Madrid y confesó a EL PAÍS que "trataría de mejorar las relaciones con España". Y ha tenido un contacto personal con Felipe González. El presidente del Gobierno español acudió a visitarle en su despacho oficial en Boston, aprovechando una conferencia que pronunció en la universidad de Harvard la primavera pasada. Eran los tiempos en que en la Embajada de España en Washington y en los círculos de la Moncloa se estimaba probable un triunfo de Dukakis. Felipe no creyó conveniente pasar por Washington y ver también a Bush.

El candidato republicano sólo ha tenido un contacto con los socialistas en los últimos años, cuando recibió en Washington, hace un par de años, al alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall. Bush fue duro en esta conversación sobre el tema de las bases, un asunto al que se ha referido en un par de ocasiones más en público lamentando la falta de solidaridad española con la OTAN y denunciando la actitud de no querer compartir las "cargas" de la Alianza.Olvidar los F-16

Resuelto el contencioso de las bases y el acuerdo de defensa con Estados Unidos, una presidencia de Dukakis permitiría un nuevo comienzo en las relaciones bilaterales. La nueva Administración olvidaría más fácilmente lo que aquí se sigue considerando expulsión de España del Ala 401 de F-16 y la dudosa fiabilidad de nuestro país como aliado a la carta, sin la plena integración militar en la OTAN. La política exterior y de defensa española no ha sido todavía bien explicada en este país, que tiene aún hoy una pobre imagen de España.

Felipe González, como presidente de la CE, tendrá en los primeros meses de 1989 una oportunidad de conocer en Washington al nuevo presidente norteamericano. Y a pesar de que su corazón se inclinaría por el liberal y más progresista Michael Dukakis, con quien no tendría problemas de idioma, todo indica que su interlocutor será -por primera vez- George Bush, el continuador del reaganismo sin sus aristas más ideológicas.

Peligro proteccionista '

En los aspectos económicos y comerciales ocurre lo contrario que con la política exterior. Para España, según fuentes gubernamentales consultadas por EL PAÍS, es preferible Bush a Dukakis. El demócrata promete ser más proteccionista y más duro con Europa a la hora de forzar la apertura de mercados y la reciprocidad de los intercambios.

El desconocimiento que tiene Dukakis de las cuestiones internacionales y su falta de experiencia en temas de defensa y política exterior -nunca ha estado en Moscú, ni en Bruselas, Bonn o Londres, y rechazó el pasado verano el consejo de sus asesores de tomar un baño de mundo con una gira europea-le convierten en un valor dudoso para la gran mayoría de los aliados europeos, cuyo interés en Latinoamérica es mínimo. No posee una idea geoestratégica del mundo, y algunas de sus posiciones, como su insistencia en reforzar las fuerzas convencionales en Europa para poder luchar y ganar un conflicto al Este, provocan cierta inquietud.

Contra todo pronóstico, Reagan ha conseguido una distensión con la URSS impensable hace sólo tres años. La idea de poner este proceso en manos del gobernador de un Estado, por muy competente que sea, no entusiasma ni a los aliados ni a los adversarios. Más vale -es la impresión general- que sea Bush, el segundo de Reagan durante ocho años, quien continúe el camino iniciado con la eliminación de los euromisiles.

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