_
_
_
_
_

Dudas en la OTAN sobre la modernización de los misiles de corto alcance

Una nueva voz discrepante, la de Bélgica, ha surgido entre los aliados europeos de la OTAN sobre la oportunidad de modernizar las únicas armas nucleares atlánticas (las de corto alcance) basadas en tierra después del acuerdo concluido entre Washington y Moscú, sobre el desmantelamiento de los misiles de alcance medio.

Los ministros de Defensa de 14 países aliados -Francia e Islandia no participan en el encuentro- están reunidos desde ayer en el marco del Grupo de Planes de Defensa (GPN) en un hotel de la playa de La Haya para conocer y debatir un informe de un grupo de expertos que recalca la necesidad de disponer de armas nucleares con un alcance inferior a 500 kilómetros mientras la URSS mantenga su superioridad en este terreno y en materia de armas convencionales.Presidido por el secretario de Defensa adjunto, Ronald Lehman, el grupo aboga por el despliegue de un mayor número de aviones de doble capacidad, que pueden transportar armas nucleares, e insta a EE UU y al Reino Unido a proseguir sus esfuerzos por poner a punto el misil nuclear aire-tierra TASM.

Hasta ahora era Alemania Occidental -el país donde está instalada la mayoría de los misiles nucleares- el aliado más reacio a su modernización, y no en balde el titular alemán de Defensa, Rupert Scholz, recordó ayer que "por ahora no es necesaria una decisión" que el Gobierno del canciller Helmut Kohl desearía aplazar hasta por lo menos noviembre de 1990, después de las elecciones generales.

Pero Bélgica ha dado la impresión de sumarse ahora a la tesis alemana. El ministro belga de Defensa, el socialista Guy Coeme, afirmó el martes que sería prematuro brindar su respaldo al informe, y el primer ministro, Wilfried Martens, acabó reconociendo al día siguiente, en el curso de un agitado debate parlamentario, que su Gobierno, al que se incorporaron los socialistas en mayo, compartía la postura de Kohl.

Coeme anunció ayer una conferencia de prensa que después aplazó hasta hoy, y el ministro Scholz se extrañaba en su lugar ante la Prensa de que "los belgas se enfrasquen en asuntos que no van aún a ser decididos". Mientras tanto, en los pasillos del lujoso hotel Kurhaus se intensificaban los contactos para intentar redactar un comunicado final que satisfaga a todos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_