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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La ópera 'Charlot' tras medio siglo

La Fundación March ha iniciado su curso con una jornada muy interesante: la lectura parcial de la ópera Charlot, de Salvador Bacarisse, sobre texto de Ramón Gómez de la Serna. El Centro de Documentación de la Música Española Contemporánea ha editado el facsímil de la obra (en la reducción de estudio para canto y piano), bien impreso y confeccionado. La casi total ausencia de comentarios y notas (aparte las treinta y tantas líneas prologales de Antonio Gallego) me parece que dejan incompleta una edición que, en sí misma, hay que celebrar.Hizo la presentación con breves palabras Antonio Gallego, director de los servicios culturales de la Fundación, referidas principalmente al texto de Ramón Una ópera malograda, incluido en Nuevas páginas de mi vida. En ellas cuenta Ramón cómo en 1932, por insinuación de Bacarisse (Madrid, 1898-París, 1963), escribió el libreto de Charlot en verso libre y ritmado. Y como la pretensión de su estreno en el Colón de Buenos Aires quebró ante el criterio de su directora de entonces, Victoria Ocampo, como ya había sucedido con el Liceo de Barcelona.

Charlot

Ópera de Ramón Gómez de la Serna y Salvador Bacarisse. Reparto: María José Sánchez (Margarita), Juan Cabero (Charlot), Luis Alvarez (El Burgués) y Juan Pedro García Marqués (El Padre).Salón de actos de la Fundación March, 5 de octubre.

Más noticias sobre el tema las dio Enrique Casal Chapí (1909-1977) en la revista Música (febrero de 1938), que publica el facsímil de la primera página de Charlot al referirse a las "dificultades" de su montaje, pues el autor se sirve de un tenor a la italiana para cortejar a su amada sin pronunciar palabra ni entonar nota, al que se evoca con proyecciones de algunos cortos.

'Doble, sombra o bis'

De comunicar los sentimientos del personaje se encarga un "doble, sombra o bis" de Charlot. Son necesarios; además del mimo y el tenor, una soprano, un barítono, un bajo y coro mixto, ballet y una serie de comprimarios. El total suponía una visión moderna del teatro lírico, muy cantabile en su melódica y sazonadamente politonal en el juego polifónico o en el acompañamiento coral e instrumental. Pero, según Gaspar Gómez de la Serna (Ramón, Taurus, 1963), la avanzada Ocampo no se atrevió a dar lo que suponía "buen escándalo lírico" con el que se pretendía "subvertir toda la finchada solemnidad de la ópera". Esto, a pesar de los juicios positivos que le había merecido Charlot al compositor argentino Juan José Castro.

El tema del cine, y dentro de él el personaje de Charlot, constituía un mito para los intelectuales españoles del tiempo, afición a la que no era ajeno el mismísimo Ortega y Gasset. Con mayor razón la sintió Gómez de la Serna, comparado con Charlot por la mirada zahorí de José Bergamín y autor de un retrato incluido en el tomo de Retratos completos (Aguilar, 1961). "El charlotismo", dice Ramón,`es algo así como el baile de un hombre solo en medio de las vanidades y las fiestas engoladas del mundo", clave certera para adivinar el fondo de la ópera ahora presentada y su problemática comicidad.

Cuando se entra en contacto con una ópera del talante de este Charlot, de Ramón y Bacarisse, a 50 años vista, la gran tragedia es suponer la efectividad que habría podido tener en su tiempo, condición que la presenta ahora como un globo perdido en el espacio de otro mundo. Bien lo expresa Ramón: "Una ópera que se ha escrito y no se estrena pasa de ser un sueño a un ensueño". "Yo diría que la vi representar en el teatro de las sábanas blancas, con ese doble personaje moviéndose, Charlot, con gran saña humorística, gesticulando lo que el tenor cantaba, empujándole, y precisamente en un patio en que había una sábana puesta a secar y que yo aprovechaba para que seproyectase en ella por el envés la realización de lo que Charlot proponía".

Gallego seleccionó ocho escenas de los actos primero y segundo que, excelentemente acompañados al piano por Sebastián Mariné, cantaron María José Sánchez -voz y figura, canto y gesto adecuados-; el tenor Juan Cabero, claro de dicción, lo que no es frecuente; Luis Álvarez, verdaderamente inteligente en su polifacetismo, y Juan Pedro García Marqués, justo y contrastante en su papel de padre. La ensoñación no ha realizado el sueño, pero al menos se ha desvelado el misterio. Uno de tantos como acompañan a la fugitiva y dispersa generación musical de 1927.

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