El brillo de la revista
José Carlos Plaza ha conseguido que por primera vez un gran espectáculo funcione sedosa y limpiamente. Un gran espectáculo de revista supone hoy el manejo de rayos láser, los micrófonos inalámbricos con su buena ecualización y la banda sonora bien grabada que llega en perfectas condiciones a la amplificación; el movimiento justo de los decorados, varias docenas de trajes de belleza entonada -con el barroquismo del género- y buena terminación, el movimiento de los decorados y la oportunidad de las luces; y, claro, los movimientos de los actores y cantantes, la novedad de la coreografía, la perceptibilidad de cada palabra del texto y su engarce con los números musicales.Clásica estrella
Carmen Carmen
Libreto de Antonio Gala. Música de Juan Cánovas. Intérpretes: Concha Velasco, Pedro María Sánchez, Ferrando Valverde, Toni Cantó, Juan Carlos Martín, Natalia Duarte, Osky Pimentel, Rory McDemott, Francisco Morales, Ignacio Gijón, José Navarro. Diseño, vestuario y ambientación de Pedro Moreno. Coreografía de Arnold Taraborreli con Mario Maya. Dirección: José Carlos Plaza. Festival de Otoño de Madrid Teatro Calderón, 4 de octubre.
Si hay que destacar esto en primer lugar es porque no es frecuente, y aun se puede decir que es insólito en España. Y porque esencialmente se trata de un espectáculo de revista más que de cualquier otra cosa. Con su clásica estrella, que es Conchita Velasco, que además es empresaria y ha, invertido una buena cantidad de dinero -con alguna ayuda del Festival de Otoño, del Instituto Nacional de Teatro y el patrocinio de una empresa comercial-, que brilla todo el tiempo. Se puede ir a ver ese dinero en el escenario, y la elegante y equilibrada distribución que ha hecho de él, en forma de gran espectáculo, -dentro de las posibilidades españolas-, el director de escena, José Carlos Plaza.
El libreto, además, es de Antonio Gala. Quiere decirse que está por encima de los que hoy (y antes) se dedican al género, pero que sabe someterse también a algunas de sus exigencias.
Está compuesto de una manera clásica en cuatro sketches, con el hilo continuador de cuatro posibilidades de la muerte de Carmen: el primero se abraza a la clásica materia original de la cigarrera, don José, el contrabando y la navaja; luego revive para pasear por otros tiempos y terminar con una parodia andaluza también a la manera clásica (a la de Ramos de Castro en Dore usted la jaca, amigo, por ejemplo).
Alegría
De la pluma de Gala salen con facilidad coplillas jondas con toda su belleza, frases ingeniosas, diálogos deslenguados y hasta un conato de pensamiento característico también de la revista: la alegría debe primar sobre todo, vence a la muerte, hay que dejarla vivir dentro de nosotros, etcétera. Sorprenden más, precisamente por ello, las obscenidades o las procacidades, de hecho o de palabra, propias de la antigua revistilla para reprimidos que del espectáculo fino que parece ser el encuadre de éste.
La música compuesta por Juan Cánovas parece mejor orquestada -con originalidad y soltura- que inspirada; viaja por los tópicos previstos, cae en el del negro espiritual, se apasiona en el flamenco -tan bien cantado por Natalia Duarte- y llena de modernidad y de sorpresa un pasodoble. En todo momento suena bien y es fácilmente cantable.
Queda dicho que la actriz Concha Velasco se afana y trabaja incansablemente del principio al fin del largo espectáculo con todas sus virtudes conocidas para este género (como para otros).
Sus cuatro galanes son Toni Cantó, Fernando Valverde, Juan Carlos Martín y Pedro María Sánchez, y todos están ajustados a sus trabajos; a la hora de destacar, Pedro María Sánchez renueva sus éxitos de actor personal.
El público del estreno de anteayer llegó cone l fervor puesto desde antes de empezar la función. Había por lo menos dos ídolos populares que arrastran su corte de seguidores: Concha Velasco y Antonio Gala.
Las ovaciones y los gritos de alegría fueron escoltando números y a veces frases o rasgos del dcecorado, y se precipitaron al final en salvas a las que correspondió Antonio Gala destacando la labor de los demás y su insistente entusiasmo por la alegría como virtud decididamente salvadora de la humanidad.
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