Castilla conquista Sevilla

Esa especie que circula en el planeta de los toros de que en Sevilla sólo gustan los toreros andaluces, quedó ayer rotundamente desmentida. El castellano Roberto Domínguez conquistó al público sevillano, que sabe paladear el buen toreo, que es el que ejecutó ayer el diestro de Valladolid. Su faena al primer toro, un manso que se vino arriba, además de muy torera, fue meritísima. Doblones muy eficaces, naturales tirando del toro, con el cite de frente y la suerte cargada. Los pases de pecho, lentos y hondos, ¡qué bien se va Domínguez de la cara del toro! El viento, que deslució algunos muletazos, y la estocada caída, aconsejaron, con buen criterio, al presidente, no otorgar la segunda oreja, que la plaza pidió insistentemente. Lo repitió en el quinto, para premiar una buena faena que no alcanzó la importancia de la primera. Tuvo su labor un comienzo brillantísimo. Los muletazos con la derecha fueron desiguales para terminar con una espléndida tanda de naturales. Dejó una estocada en todo lo alto. Hasta la forma de descabellar fue torera. Le ha faltado a Domínguez un ápice para abrir la puerta del Príncipe. Deja un aroma de torero de los que gustan por estas tierras.Pepe Luis Vázquez toreó al sexto por verónicas inolvidables. La música le hizo los honores. Abrió la esperanza, pero nada más. No se entregó en la faena de muleta. Le faltó relajarse para que la naturalidad de su toreo brillara con luz propia. En el tercero anduvo abúlico, aunque sin perder los papeles.

Julio Robles tuvo un primer toro sin fuerza y manso, al que difícilmente se le podía sacar partido. En el cuarto no conseguió rematar los muletazos y resultó su labor anodina.