Javier Mariscal, o la necesidad de una primera recopilación
Una exposición en Valencia ofrece una visión de conjunto del diseñador
Cien años con Mariscal es el título de la exposición que el día 2 de noviembre se inaugurará en la Lonja de Valencia, organizada por el Departamento de Industria de la Generalitat, con la ayuda del Instituto de la Mediana y Pequeña Industria de Valencia (Impiva) y el patrocinio de una empresa privada, que trata de resumir la polifacética trayectoria del diseñador. Desde el tebeo hasta el mueble, pasando por los tejidos, la pintura, el diseño de interiores y, cómo no, las mascotas olímpicas, todo parece quedar sometido a la implacable mirada de este valenciano de 38 años que siente la necesidad de recopilar para madurar.
"Esto parece un centenario, un punto final de mi obra", cuenta Mariscal cuando se le pregunta sobre el significado del título escogido para la muestra. En realidad, bajo tan imponente rótulo, de estudiada repercusión pública, se esconde un punto de ironía coloquial del Mariscal de siempre: "Hace cien años que hice todo esto, ya ni me acordaba...". Y también la incongruencia, erigida casi a método de trabajo: "La exposición me permitirá ver, a mí en primer lugar, la trayectoria de una obra que considero inmadura por muchos conceptos, pero que también ofrece unas constantes que se repiten y que permiten adivinar un cierto futuro".Dicho lo anterior, el diseñador juega con su inveterada contradicción cuando añade: "Tampoco se trata de reflexionar demasiado. No es mi estilo. Aunque, eso sí, es impagable poder contar con una muestra como ésta para tener yo mismo una visión crítica y porque, además, provoca la respuesta del público. Yo necesito esta respuesta, porque más que en arte, con la A mayúscula, yo creo que trabajo en el sector de la comunicación".
Sobre el motivo de llevar a cabo una recopilación ahora y no antes o depués, Mariscal se saca de la manga un motivo central recurrente suyo: "Por azar, en el que yo creo mucho. Y también porque detrás hay mucha gente que me ha empujado. Hacía cinco años que el Departamento de Industria de la Generalitat valenciana me había hecho la propuesta".
Mariscal señala un antecedente a la hora de explicar sus razones: el monográfico dedicado a su persona y obra que Juli Capella y Quim Larrea le dedicaron hace dos años en la revista De diseño. "Sentía horror y pavor de ver mi obra junta. Metí las fotos que tenía en una caja de zapatos para que ellos ordenaran el material, cosa que yo me veía incapaz de hacer". Este mismo precedente servirá para la edición de un importante catálogo de la muestra, con una vasta recopilación fotográfica debida a Ernesto Carrazoni. De la selección se ha encargado Carmelo Hernando, comisario de la muestra. Aparte de este proceso de autorreflexión, Mariscal se siente ilusionado con la muestra por lo que tiene de impulso y relanzamiento de la propia industria valenciana.
Clarividente análisis
Sobre dicha industria, el diseñador tiene a punto un clarividente análisis, nueva contradicción de quien se escuda una y otra vez tras ella: "En el País Valenciano se da una pequeña y mediana industria muy concentrada por poblaciones. El grave problema que ha habido es que ha faltado lo que debe entenderse por auténticos empresarios con capacidad real para ser competitivos en el plano internacional. El señor que se iba a Milán para copiar las lámparas que se estaban haciendo allí y luego venderlas más baratas está completamente desfasado"."Para bien o para mal", continúa el diseñador, "tenemos una fecha, blanca o negra como una nube según quiera verse, que es 1992. Esto hace que el montaje creado para ir tirando, sin imagen, sin estudios de mercado, sin filosofía de producción, etcétera, se venga abajo. El Impiva está estirando las orejas a toda una generación de empresarios para que este estado de cosas cambie". "Mi exposición tiene sentido en este contexto", añade, para luego rematar: "Aunque mi historia como diseñador industrial no existe".
Y, sin embargo, Mariscal trabaja con la industria, con la producción en serie, pero no de forma cerrada, como va a demostrar la propia muestra: esculturas como muebles, muebles como esculturas, estampados como piezas únicas y piezas únicas convertidas en objetos seriados trazan una dialéctica abierta que a Mariscal le interesa mantener viva: "Nunca trabajo a partir de premisas industriales, sino de imágenes que me interesan. Luego las meteré en una camiseta, un estampado, un mueble o una cerámica, si es posible, porque yo no tengo ni idea de lo que es la construcción industrial de un objeto. Yo vivo de mirar las cosas de una manera que los demás no saben hacerlo"."Sería horroroso", añade en esta misma línea, "que este país se llenara de mariscalitos o de grandes mariscales. Mi trabajo incluye una reflexión sobre el mundo industrial, pero no por narices afirmo que los muebles han de ser todos como yo los concibo. Más bien pienso en un juego que anule las barreras entre arte, artesanía e industria, y lo digo sin considerarme, por otro lado, un superrevolucionario".
A propósito de este punto, se ha hablado últimamente de una supuesta imposición industrial al trabajo creativo de Mariscal con motivo de las redondeces del perrito olímpico en su versión en tres volúmenes. Se ha escrito que las aristas de los célebres garriris, sus muñequitos de cómic, habían claudicado en favor de una manifiesta disneyzación. Mariscal se siente contrariado por tales afirmaciones: "El resultado no difiere en nada de la primera versión volumétrica que diseñé. Pero hay que tener en cuenta que lo que hasta ahora se ha visto es un prototipo, algo que los creadores no enseñamos nunca. Además, los materiales están aún por definir y eso influye de forma decisiva en el resultado".
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