El adelantado
La presentación en Madrid de Willy DeVille, cuando han transcurrido 11 años desde la grabación de Cabretta, su primer disco, permitió al público que llenaba la sala Universal conocer a un cantante y compositor magnífico y singular. Este neoyorquino de 35 años, con una irregular carrera, reconocida por la crítica pero alejada del éxito mayoritario, formó su primer grupo en 1974, para darse a conocer tres años más tarde con la canción Spanish stroll (Paseo español).En pleno apogeo punk, DeVille ofrecía una alternativa que reunía en sus canciones elementos del ryhthm & blues, baladas románticas, influencias francesas a través del acordeón cajun y, sobre todo, un peculiar toque latino en la forma de componer e interpretar, muy relacionada con la música fronteriza americano-mexicana.
Willy DeVille
Willy DeVille (voz, guitarras eléctrica y acústica), Ricky Borgia (guitarra eléctrica, coros), Bob Zuriano (bajo, coros), Shana Murray (batería, coros), Seta Fanben (teclados), Steve Greenfield (saxos alto y tenor). Sala Universal. Madrid, 26 de septiembre.
Esta mezcla de estilos continúa presente en su música y el principal atractivo del enjuto cantante norteamericano consiste en elegir lo más puro y fundamental de estas influencias para transformarlas en algo propio. La capacidad para unir lógicamente en una misma canción ritmos reggae o medidas del rhythm & blues con inflexiones latinas, sin forzar artificialmente estas conexiones, es una de las aportaciones mas interesantes de Willy DeVille, que toman mayor valor por su naturalidad y la ausencia de pretenciosidad.
Su excelente voz, de amplia tesitura y gama de matices, le permite adentrarse en los comprometidos terrenos de la música negra, de la que es fiel admirador y buen intérprete. Versiones de temas como Stand by me o Save the last dance for me confirmaron su calidez interpretativa y la riqueza de aportaciones a estas canciones históricas de la música popular. Otras adaptaciones de temas clásicos de grupos vocales y cantantes negros sustentaron su primera actuación en Madrid y demostraron que Willy DeVille asume el espíritu de las décadas de los cincuenta y sesenta, especialmente en lo que respecta al clasicismo, sensualidad y riqueza melódica de las composiciones.
Sólo ofreció una canción de su último disco, Miracle, con el que ha intentado superar años de marginalidad a través de una música más pulcra y menos agresiva, pero su imagen en escena traiciona esta tendencia a la suavidad. Duro, distanciado y con cierta chulería, consiguió ganarse al público sin trucos, solamente, con las canciones, el buen sonido y unos magníficos músicos, entre los que destaca el guitarrista Ricky Borgia, que actúa junto a DeVille desde la grabación en 1980 del disco parisiense Le chat bleu, y el saxofonista Steve Greenfield, de magnífico sonido y fraseo, dentro de la más pura ortodoxia jazz-rock.
Con una actuación de corte clásico, breve y sin aspavientos, Willy DeVille elaboró una música que puede permitirse el lujo de estar al margen de las modas -como el auge de lo latino- porque se ha adelantado a ellas.