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LAS VENTAS

Torazos y torerazos

Andrés Caballero preludió su faena al quinto torazo de la tarde con siete emocionantes pases de rodillas junto a tablas, quiso continuarla en los medios, y al embroque, el animal le enganchó de mala manera, pasándoselo de pitón a pitón. Cuando pudo escapar del infierno, corrió a tablas, medio desvanecido, y las asistencias le llevaron apresuradamente a la enfermería. Quedó en la plaza la impresión de que había cornada grande, pero afortunadamente no fue así: puntazo, gran paliza y, se da por supuesto, la desesperación del torero por no haber tenido la oportunidad de alcanzar el triunfo que había buscado con verdadera entrega.Bueno, otra vez será, y ha de consolarle el recuerdo de que enjaretó excelentes verónicas de recibo al toro de la alternativa y puso al público en pie con los pares de banderillas al torazo que minutos más tarde le habría de pegar la paaa. Hizo la suerte como la ejecutaban antaño los maestros: breve el tercio, encontrando toro en cualquier terreno, asomándose al balcón. El segundo par lo planteó al quiebro, se descolocó el toro, y en lugar de esperar a que lo aparcarande nuevo -según es norma en este tiempo de monsergas banderilleras-, se fue a él, muy en corto, por los terrenos de dentro, y le prendió un gran par. El siguiente aún fue mejor.

Sierro / Alcalde, Caballero, Viña

Cinco toros de El Sierro, con gran trapío y poder, de juego desigual; 6º, sobrero de Bernardino Giménez, con trapío y poder, difícil (sustituía a otro sobrero, de Fernández Palacios, inválido, que salió en tercer lugar; se corrió el turno). Paco Alcalde: pinchazo y otro hondo (silencio); tres pinchazos -aviso con mucho retraso-, tres pinchazos más y tres descabellos (pitos); pinchazo,estocada y descabelló (silencio). Andrés Caballero, que confirmó la alternativa: bajonazo descarado (ovación y algunos pitos cuando saluda); cogido en la faena del 5º (vuelta, que da la cuadrilla); sufre puntazo en cara anterolateral izquierda del tórax, contusiones y erosionesmúltiples y conmoción cerebral, de pronóstico reservado. Rafael de la Viña: pinchazo y media bajos y descabello (ovación y salida al tercio);, pinchazo y estocada corta atravesada baja (palmas). Plaza de Las Ventas, 18 de septiembre.

El toro de la alternativa, bravo en varas, se vino abajo cuando Caballero le quebró banderillas aliviándose, y la faena sólo pudo ser voluntariosa. Mala suerte, pero quizá importe más el orgullo de haberse medido bravamente con unos torazos de abrigo; lo que más valora la afición madrileña. Torero que se mide bravamente con torazos tiene la categoría de torerazo.

También fue torerazo Rafael de la Viña, en este sentido. El primero de su lote huyó en los puyazos iniciales y en el tercero se creció al castigo, derribé e hirió al caballo. Después hizo hilo en banderillas. Todas las gamas de la casta -bravo-bravucón-manso- había mostrado ese toro contradictorio cuando De la Viña lo tomó de muleta. Menuda complicación. Pero había torero, torerazo, que entendió al bravo-mango, sabía la técnica para dominarlo y tenía valor para emplearla. Sacó unos derechazos emotivos, bien cerrados con el de pecho. Por la absurda modernidad esa de añadir al pase de pecho con la derecha otro con la izquierda, el toro le ganó terreno y allí cambié el panorama.

De la Viña se abría la chaquetilla en el cite, como haciendo ostentación de que no le importaba rendir en holocausto el chaleco, pero no era eso; no era el sacrificio del chaleco sino el dominio ejecutado desde el valor sereno lo que le estaba aplaudiendo el público. Ya no pudo con ese toro. Tampoco pudo con el sexto, otro torazo poderoso con catadura de pregonao, al que hubo de aliñar.

Dibujar el natural

La corrida, a salvo algún cojitranco que hubo por allí, salió de gran trapío, poderosa y astifina. Ninguno se escobillaba las pavorosas astas, porque las tenían enteras y verdaderas. Si esos toros daban miedo desde el tendido, se puede imaginar cómo latirían los corazones en el ruedo. Paco Alcalde, que banderilleó decorosamente al primero, debió pasar lo suyo, pues se le veía precavido. Cumplió en su primero, que se quedaba corto, y no llegó a fiarse de la nobleza del cuarto. Sin embargo, media docena de veces dibujó el natural con una hondura y un gusto como no se han visto en toda la temporada.El toreo es, exactamente, tal cual lo interpretó Alcalde esa media docena de veces: traerse al toro toreado, cargar la suerte, templar el viaje en semicírculo acompañándolo con la cintura, la figura erguida, relajada, natural. Quien sabe torear así es otro torerazo en potencia, o debería serlo. Quien sabe torear así no tiene derecho a inhibirse entre zozobras y respingos, cuando hay un toro noble en la arena y en el graderío una afición entendida capaz de paladear el arte.

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